viernes, 15 de diciembre de 2023

¿Quién te Representa ante Dios? La Defensa Perfecta de Jesús


¿Qué? ¿Cómo? ¿Dios tiene un juicio contra mí? ¿Necesito un representante que me defienda legalmente? ¿Dónde puedo encontrarlo? Te responderé a todas estas preguntas en este post.

Primero: Sí, Dios tiene un juicio contra ti si eres un pecador (tal como yo lo soy). Romanos 6:23 dice: "Porque la paga del pecado es muerte..." (énfasis añadido). Significa que cualquiera que comete pecado se gana el castigo de la muerte. Pecar es una ofensa directa contra el Juez del universo.
 
Ahora bien, según Romanos 5:12, todas las personas tienen alguien que las represente legalmente ante Dios. Si ese representante es bueno, las cosas irán bien; si es malo, no quedarás bien parado en el tribunal de Dios. Algo así como un abogado, pero cuya defensa se basa en la conducta de él mismo.

Originalmente, Adán es el representante de toda la humanidad, toda la raza humana desciende de él. No profundizaré en la historia de Adán. Pero no hizo un excelente trabajo obedeciendo la justicia. La única prohibición que Dios le hizo en el huerto fue: “no comas del árbol del conocimiento del bien y del mal”. Piénsalo, no era una carga pesada. No le prohibió todos los árboles. No le impidió disfrutar del huerto. ¡Tenía cientos o miles de arboles y alimentos que podía degustar a su antojo! En otras palabras: “Adán tenía sólo un trabajo”.

¿Qué pasó entonces? Que después de él, su descendencia (incluidos tú y yo) nos hemos encargado de hacer exactamente lo mismo. Podríamos vivir bien, como Adán en el huerto, si obedeciéramos los mandatos de Dios expresados en la Biblia. Piénsalo, el pecado destruye nuestra vida: el adulterio destruye familias, la mentira destruye la confianza, el asesinato y la codicia inician guerras; y aun así, como Adán, decidimos pecar. Si nos parecemos bastante. El problema es que, al ser Adán nuestro representante, heredamos de él no solo la misma actitud hacia los mandatos de Dios, sino el mismo castigo por desobedecerlos:“el día que de él comieres, ciertamente morirás” —le advirtió Dios (Génesis 2:17). Así que, desde Adán, estamos todos condenados a morir: la muerte física y la muerte eterna, llamada también el infierno.

Sin embargo, la Biblia presenta una solución (sólo una): debes cambiar tu representante ante Dios. Uno que no te herede pecados ni te lleve al infierno por sus malas decisiones. ¿Pero quién podría representarte así y rescatarte de tu pecado?

Jesús, el representante perfecto

La pregunta se responde fácilmente. El único que puede representarte, además de Adán, es Jesús. La pregunta es ¿Por qué él? Una vez que lo entiendas y lo creas, descubrirás al instante como hacerlo tu nuevo representante. Así que, basándome en Marcos 1:9-13, te muestro cuatro razones por las que solo Jesús puede representarte bien ante Dios.

1) Él se identificó contigo

En Marcos 1:9, Jesús “vino de Nazaret a ser bautizado por Juan en el Jordán”. El bautismo es un acto simbólico de arrepentimiento de pecado: es decir que los pecadores se bautizan para anunciar que se han arrepentido. Sin embargo, Jesús nunca pecó (Hebreos 4:15). ¿Por qué entonces se bautizó? La respuesta es que se estaba poniendo en el lugar del hombre pecador. Es decir, tú y yo. Él estaba cumpliendo toda justicia por nosotros. Incluso Juan se opuso a bautizarlo diciéndole a Jesús: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”. “Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:14-15, énfasis añadido). De modo que Jesús se hizo hombre, pero no cualquier hombre, el hombre perfecto que cumplió toda justicia, incluyendo el bautismo que más tarde sería una ordenanza para todos los que creyeran en Él. Jesús se identificó plenamente contigo, al hacerse hombre y cumplir toda justicia en tu lugar.

Que Jesús se hiciera hombre es crucial. Hace poco escuché a una dama quejándose de un varón que defendía la dignidad de las mujeres; a ella le molestó que dado que el caballero no era mujer, no tenía derecho de hablar en nombre de ellas. Eso es absurdo y grosero en ese contexto, pero es muy cierto en relación a Cristo como representante. ¿Cómo puede representar al hombre si Él no es hombre?, ¿Cómo puede hablar en nombre de nosotros ante Dios?, ¿Cómo puede decir que Él cumplió toda justicia por nosotros si no tiene ninguna relación con la naturaleza humana? Así que, Jesús se hizo hombre, para ser un legítimo representante del hombre, para cumplir toda justicia por él, para vivir la vida perfecta que el hombre debió haber vivido.

Hasta aquí sabemos ya que, por ser hombre, Jesús es un buen representante, pues se identificó contigo. Pero entonces, ¿si otro hombre también es justo puede representarme en lugar de Jesús? No. Primero, porque "no hay justo, ni aún uno" (Romanos 3:11) además de Jesús. Y segundo, no cualquiera tiene esta encomienda. Eso nos lleva a la segunda razón por la que sólo Jesús puede representarte bien ante Dios.

2) Él está capacitado para hacerlo

El versículo 10 de Marcos 1 nos pinta una escena asombrosa y llena de misterios: “Y luego, cuando salía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él”. ¿Cómo se abrieron los cielos?, ¿el Espíritu Santo físicamente se convirtió en una paloma?, si es así ¿no podemos decir también que el Espíritu se encarnó?, ¿Qué ocurrió visiblemente después de que el Espíritu en forma de paloma posara sobre Jesús? No sabemos muchas cosas de este suceso; pero sí sabemos que el Espíritu permaneció sobre Jesús (Juan 1:32). Es decir, Jesús recibió el Espíritu Santo.

En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo descendía sólo sobre aquellos que iban a realizar una tarea especial (generalmente reyes, sacerdotes y profetas). Particularmente, Isaías 42:1 habla de un Siervo escogido de Jehová, el Cual realizaría una obra especial: “Él traerá justicia a las naciones”. Este siervo, según el pasaje, también tiene una característica peculiar: “he puesto sobre Él mi Espíritu”. De modo que ese Siervo profetizado sería lleno del Espíritu Santo para realizar una obra especial en bien del hombre: traer justicia.

Jesucristo es ese siervo sobre Quien el Espíritu Santo descendió para realizar la obra de traer justicia al hombre, de representarlo bien delante de Dios. Siendo hombre, Jesucristo fue “obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:6). No cometió ni una sola falta, toda Su vida fue perfecta. Esa vida la vivió por el poder del Espíritu Santo en Él. ¿Para qué? Para concederles esa justicia Suya a un montón de hombres pecadores que creyeran en Él.

Ya vemos que no cualquier hombre puede ser nuestro representante ante Dios. Pero aún podrías pensar: “bueno, igual varios hombres recibieron también el Espíritu Santo”. Sí, pero no para esta obra especial. Además, no recibieron la aprobación directa de Dios para cumplir esta labor. Eso nos lleva a la tercera razón por la que sólo Jesús puede representarte bien ante Dios.

3) Él tiene la aprobación de Dios el Padre

Marcos 1:11 es tan claro como profundo: “Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en Ti tengo complacencia”. Él mismo Padre, Aquel que "nadie le vio jamás” (Juan 1:18), nos concedió que Su voz fuera escuchada. Sin duda lo que dijo era de suma importancia, algo tenía que quedar claro: Jesús es Su hijo amado, en Él se complace.

De inicio, esto nos recuerda de nuevo a Isaías 42:1 sobre el Siervo escogido, donde lo describe como: “en quien mi alma tiene contentamiento”; las mismas palabras del Padre en Marcos. Pero además, hay que notar que en toda la Biblia, a parte de Jesucristo, solo a otra persona se le llama por sí misma “hijo de Dios” (todos los demás somos hijos por adopción). ¿Intuyes a quién? Así es, a Adán (Lucas 3:38). Adán fue el primer hombre. No vino de otro hombre. Fue creado directamente por Dios del polvo de la tierra. Como hijo de Dios, él es el primer representante de la humanidad. Si alguien había de sustituirlo, por su puesto debía ser también hijo de Dios. De aquí la importancia de la declaración explícita del Padre que confirma que Jesús es Su Hijo. Pero más que esto, Jesucristo es “el Hijo de Dios” (Marcos 1:1). Él es infinitamente mayor que Adán. Adán fue creado al inicio, Jesucristo fue engendrado por Dios en la eternidad, ni tiene inicio ni final. Es Hijo de Dios en un sentido infinitamente mayor que Adán.

Además de esto, Adán, el primer representante, fue probado y falló. El Padre no tuvo en él complacencia. Y, en Adán como representante, toda la humanidad cayó en la maldición del pecado. Por eso tú tienes deseos de pecar aún cuando sabes que está mal. Heredaste de él esa naturaleza pecaminosa. Aún peor, heredaste el hacerlo de forma voluntaria, por eso no hay excusa. Y esa es la situación en la que nacemos toda la humanidad. Esto, recordemos, tiene una consecuencia: el infierno, la muerte eterna. Pero Jesucristo es diferente… Así llegamos a la cuarta razón por la que sólo Jesús puede representarte bien ante Dios.

4) Él sí obedeció a Dios

Cinco características nos da Marcos de la tentación de Cristo: (1) El Espíritu lo impulsó hacia ahí, (2)Estaba en el desierto, (3) Era tentado por Satanás, (4) Estaba con serpientes, (5) Usó la ayuda que Dios le proporcionó. Al contrastar las vidas de Adán y Jesús, estas características nos muestran que Jesucristo es el representante idóneo de la humanidad.

(1)Adán disfrutaba la presencia deleitosa de Dios como una invitación continua a obedecerlo; Su Espíritu se paseaba en el huerto. La peor prueba fue ponerle un árbol que no debía comer. Eso es todo. Muy diferente a la manera en que el Espíritu Santo arrojó (esa traducción es mejor que "impulsó") a Jesús hacia el desierto, para ser probado en las peores condiciones; (2) Adán estaba en un huerto, un lugar hermoso preparado por Dios para el disfrute del hombre y su mujer, nada ahí le invitaba a caer en el único pecado que podía llegar a cometer. Tenía cientos o miles de especies de arboles con frutos y alimentos diversos que podía comer, ¡y aún así pecó! Pero Jesucristo estaba en un desierto, en “el lugar fuerte" como lo llama Samuel, todo su entorno era hostil y empeoraba la prueba; (3) Satanás no tentó a Adán directamente, sino a su mujer. Y probablemente tuvo oportunidad de impedir la entrada del tentador al huerto, porque Dios le había mandado a Adán que “labrara el huerto, y lo guardase” (Génesis 1:15, énfasis añadido). Definitivamente lo único que tenía que hacer era confiar en Dios y seguir disfrutando de Su bendición. Jesucristo en cambio fue tentado directamente por Satanás. No había comido por cuarenta días y lo tentó con pan, sentía quizás impotencia y debilidad y lo tentó con darle poder, necesitaba la ayuda de Dios y lo incitó a tentar a Dios. Por cierto, cada tentación comenzaba con “si eres Hijo de Dios...”. Satanás pensaría que si hizo caer al primero, haría caer al segundo. Pero se equivocó; (4) Adán fue tentado por una sola serpiente, pero Jesucristo “estaba con las serpientes” (la Reina Valera lo traduce como "fieras", pero el mismo término griego se usa cuando a Pablo lo muerde una "víbora” en Hechos 28:3). Si Adán la tuvo difícil con una serpiente, lo de Jesucristo fue la prueba definitiva; (5) Y por último: Adán pudo pedir la ayuda de Dios, Quien se paseaba en el huerto, cerca de ellos, pero no lo hizo. Jesucristo, en cambio, usó los recursos que Dios le proporcionó para vencer la tentación: “los ángeles le servían”.

En resumidas cuentas, Jesucristo obedeció como Adán debió hacerlo, y sin ninguna de las ayudas que a él se le proporcionaron. Adán representó a la humanidad de una forma pésima pues nos guio al pecado y a la muerte. Jesús obedeció y nos rescató. "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Corintios 15:22).

Conclusión

Inevitablemente, tu carácter, comportamiento y actitud hacia Dios los heredaste de Adán y, por tanto, también el castigo: la muerte eterna. Es algo que no puedes negar. El pecado en tu vida lo demuestra. El infierno es tan real como el lugar donde te encuentras leyendo esto, solo que aún no llega el momento. Esto es serio.

Cambia ahora tu representante ante Dios. Uno que te dé vida eterna, uno al que Dios apruebe. Es decir, Jesús. ¿Cómo lo haces? Acude a Él en busca de salvación. Él ya vivió la vida perfecta que tú fallaste en vivir, y también recibió en la cruz el castigo que tú mereces: la muerte. Entonces solo arrepiéntete y cree en Él, y Su justicia será tuya,  ya no tendrás que morir eternamente. Al instante en que acudas a Él con fe, Dios te verá tan justo como lo es Su Hijo Jesús, tu representante. Orando en este momento: confiésale tus pecados, pídele que te salve de ellos, y cree en Él. Él lo hará.

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jueves, 19 de octubre de 2023

Cómo transformar una idea exegética en un bosquejo predicable



Nada caracteriza más a un adolescente sin entendimiento que el hábito de hacer comentarios sin sentido que le parecen graciosos. Quizás también lo hicimos a esa edad, y pudo ser gracioso a nuestras mentes precoces; pero si, en efecto, hemos madurado, ahora no podemos sino considerarlo estúpido. Por el contrario Dios es un Dios de propósitos. El no hace ni dice algo que no tenga alguna finalidad. De ello aprendemos que una idea que no es dicha con un propósito no tiene razón de existir.

Pero, en cuanto al propósito de la idea, nos surge una pregunta, ¿qué es? Sencillamente, es lo que quieres lograr con la idea que estás transmitiendo. Es la respuesta a la pregunta: ¿para qué digo lo que estoy diciendo? Un buen consejo es que si no tienes para qué decirlo, mejor no lo digas. Esto es especialmente cierto en el púlpito. Debes querer lograr algo con la idea que compartes: provocar alguna reacción, cultivar la reflexión o producir un cambio en la persona que te escucha.

El propósito y el desarrollo de la idea

Ahora bien, para lograr el propósito de una idea debes saber desarrollarla. Imagina que pasas al púlpito y dices: “Recordar la soberanía de Dios te fortalece en la adversidad”; luego te bajas y regresas a tu banca. En tal caso, no expusiste ninguna idea, ¡solo la recitaste! Pero si buscas que esa idea se grabe en la mente y traspace el corazón del oyente, debes decir unas cuantas palabras más, debes aprender a desarrollarla. Por ello, en este artículo te comparto cuatro pasos para desarrollar una idea que alcance su propósito.

1) Obten la idea

Una antigua receta de un plato de conejo silvestre comienza con el paso: “caza el conejo”. ¿Es obvio no? Este paso es sencillo en cualquier otra materia. Tan solo toma una idea con potencial y comienza a desarrollarla. La cosa se complica cuando tratas con la Biblia porque la idea que vas a desarrollar no es tuya. Así que debes tomar el arduo trabajo previo de entender bien cuál es esa idea y propósito del autor bíblico (el humano y el Divino), luego contextualizarlo para que obtengas el propósito de esa misma idea para la audiencia moderna, y después desarrollarla de tal modo que alcance ese propósito. ¿Suena más complicado verdad?

Bueno, en palabras simples. Primero entiende lo que el autor dijo en su contexto y para qué lo dijo; para que entonces sepas qué decir en tu propio contexto y para qué vas a decirlo.

Si ya tienes el conejo, sigamos con la receta. El segundo paso para desarrollar una idea que alcance su propósito es el siguiente.

2) Define lo que harás con la idea

Desarrollar una idea es simplemente lo que haces con ella para alcanzar su propósito. La pregunta es ¿qué puedo hacer con ella? Existen solo cuatro alternativas: repetirla, explicarla, ilustrarla y aplicarla.

Ahora bien, de las cuatro alternativas solo una no te sirve para desarrollar una idea, que es: repetirla. Sería absurdo que el tema de tu mensaje sea: “La Omnisciencia de Dios y tus dificultades, y luego tus puntos sean 1)La Omnisciencia de Dios abarca tus dificultades, 2) Tus dificultades están dentro de la Omnisciencia de Dios y, 3)Dios conoce también tus dificultades. ¡Estarías diciendo lo mismo! Puedes usar la repetición dentro del mensaje para dar énfasis a alguna idea, o destacar alguna frase importante; pero repetir una idea no es desarrollarla. Eso nos deja con solo tres alternativas para desarrollar la idea: explicarla, ilustrarla o aplicarla. Si logras aprenderlas, tu forma de escuchar o leer cualquier discurso cambiará, pues te darás cuenta que todo lo que cualquier autor hace es desarrollar sus ideas en una de esas tres formas.

Pero, ¿Cuál de las tres elijo? Bueno, es el propósito, no tú, el que determina lo que harás con la idea.

Explicarás cuando el propósito es que la audiencia entienda cierta verdad, o que sepa cómo hacer algo, o también argumentar sobre la veracidad o la importancia de cierta idea; tiene que ver con aumentar la comprensión del oyente sobre el tema.

Ilustrarás cuando desees que la idea se grabe en la mente del oyente. Ilustrar tiene que ver con traer luz a la verdad que estás presentando. A veces una ilustración puede más que mil explicaciones. Una habitación puede ser muy hermosa, pero si no tiene luz jamás verás su belleza. Contar una ilustración es como abrir las cortinas para que la luz entre y puedas ver el hermoso aposento. Para ilustrar una idea se pueden dar ejemplos, anécdotas, metáforas, analogías, parábolas, etc. Tiene mucho que ver con narrar o contar historias. Entonces, si el sermón va principalmente a ilustrar la idea, probablemente será narrativo donde se cuente una historia, o biográfico donde el ejemplo de los personajes bíblicos nos graben la idea en la mente y en el corazón. Con una ilustración no entiendes la idea, la vives en los zapatos del personaje.

Por su parte, aplicarás cuando el autor aplique; esto es, cuando trate problemas de la vida que se relacionen con los de hoy. Si trata el problema de la tristeza, tú tratas con la tristeza. Como he dicho, el pasaje bíblico te mostrará cómo debes desarrollar. Si el autor explica, tú explicas; si ilustra tú ilustras; si aplica, tú aplicas. También puedes aplicar cuando la idea sea breve y profunda. A veces, el autor nos deja simplemente una idea magistral. Es tan asombrosa que no sabes qué hacer con ella. Es un buen momento para aplicar. Un ejemplo es 2 Corintios 5:21: “De modo que si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”. Podrías explicarlo si lo deseas, pero esta idea poderosa demanda también que ademas de entenderla sepamos cómo aplicarla en nuestras vidas. Un posible desarrollo sería: 1) Eres hecho nueva criatura en tu conversión, 2)Estás siendo hecho nueva criatura en tu santificación y, 3) Serás hecho nueva criatura en tu glorificación. Todo eso no viene explícito en el pasaje, pero si está en la Biblia. El predicador Steven Lawson tiene un sermón asombroso sobre Romanos 11:36 donde desarrolla la idea de esta forma, te lo recomiendo.

Ahora bien, tu sermón seguirá uno de esos tres rumbos principalmente, dependiendo del propósito. Recuerda, si quieres que entiendan, explicas; si quieres que lo graben, ilustras; y si quieres que lo vivan, aplicas. Repito, debes elegir una de las tres principalmente. Sin embargo, usarás las cuatro alternativas (incluyendo repetir) en distintos momentos a lo largo de todo el desarrollo. Míralas como herramientas que te servirán para traer comprensión, claridad o relevancia a cada idea, según se necesite.

Ya que conoces los tres rumbos de desarrollo, vayamos al tercer paso para desarrollar una idea que alcance su propósito.

3) Convierte la idea en tema

Una idea en sí misma no puede desarrollarse, por lo menos no estando en forma de idea. Para que pueda desarrollarse, la idea debe convertirse en tema.

Si leíste el artículo anterior, recordarás que la idea se forma de un tema y un complemento, unidos por un verbo principal. Por ej. “Los cristiano aman la venida de Cristo”. Ahí, el tema es “Los cristianos”, el complemento es “aman la venida de Cristo”, siendo el verbo principal “aman”. Pero si queremos desarrollar esa idea debemos convertirla en tema, quedaría algo como: “El amor de los cristianos por la venida de Cristo”. ¿Notaste la diferencia? Primero hice una afirmación con una idea completa. Pero ahora se convirtió en un tema que necesita un complemento... un tema que necesita ser desarrollado. Otros ejemplos son…

  1. La vida puede cambiar en cuestión de segundos
  2. La posibilidad de que la vida cambie en cuestión de segundos

  1. La belleza de Cristo supera lo terrenal
  2. La superioridad de la belleza de Cristo sobre lo terrenal

  1. La sabiduría de Dios no puede incrementar
  2. La imposibilidad de que la sabiduría de Dios incremente

Si lo notaste, el verbo principal a menudo se convertirá en el énfasis del nuevo tema, tan solo hay que transformarlo en sustantivo (amar-amor, superar-superioridad, abrir-apertura, etc.). No siempre es igual de sencillo pues hay verbos que no suenan muy bien como sustantivos, no son conocidos por la audiencia y no los entenderán o, bien, no se pueden transformar. En cuyo caso hay que buscar la manera de representar el sentido de la idea en el nuevo tema. Bien usando un sinónimo o agregando palabras que den a entender el tema. Por ej.

  1. Las falsas doctrinas eluden el hablar de Cristo
  2. La evasión de las falsas doctrinas de hablar de Cristo (”evasión”, sinónimo de “elusión”)
  3. El rasgo de las falsas doctrinas de eludir el hablar de Cristo.

Notarás que puedes formular el nuevo tema de diferentes maneras. Mientras más claro y conciso mejor.

Pero hay un problema, aún ahora no se puede desarrollar ese nuevo tema, necesitas agregar el último paso para desarrollar una idea que alcance su propósito.

4) Convierte el tema en pregunta con un pronombre interrogativo

El tema puede expresarse en forma de afirmación o de pregunta. Si el tema se formula como pregunta, el complemento la responde. Si el tema se escribe como afirmación, el complemento completa la idea.

Por ej.

1. Celebrar la Navidad (tema) es recibir el regalo de Jesús (complemento)

2. ¿Qué es celebrar la Navidad? (tema en forma de pregunta) Es recibir el regalo de Jesús (complemento en forma de respuesta)

Establecer un tema en forma de pregunta primero, puede ayudarte a identificar un tema específico. Lo cual es importante ya que no puedes usar un tema general para tu mensaje. Si dices: voy a hablarles acerca de "El Perdón", la pregunta sería, ¿Vas a decir todo lo que está relacionado con el perdón? o ¿Expondrás todo lo que la Biblia dice sobre el perdón? Sería una meta imposible para un sermón, ¡o para una vida! Mejor inicia con preguntas específicas que luego puedes reformular como afirmación si lo deseas.

Para entender esto mejor, usaremos los ejemplos de temas del paso anterior para transformarlos en preguntas:

  1. La vida puede cambiar en cuestión de segundos (idea)
  2. La posibilidad de que la vida cambie en cuestión de segundos (tema)
  3. ¿Puede la vida cambiar en cuestión de segundos? (pregunta)

  1. La belleza de Cristo supera lo terrenal (idea)
  2. La superioridad de la belleza de Cristo sobre lo terrenal (tema)
  3. ¿Supera la belleza de Cristo lo terrenal? (pregunta)

  1. La sabiduría de Dios no puede incrementar (idea)
  2. La imposibilidad de que la sabiduría de Dios incremente (tema)
  3. ¿Puede la sabiduría de Dios incrementar? (pregunta)

Sin embargo, aún ahora el tema no puede desarrollarse. Falta esa pieza clave: agregar a la pregunta un pronombre interrogativo. Existen sólo siete: qué, quién, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué.

Si se hace la pregunta sin pronombre interrogativo, no se puede desarrollar la idea en puntos, pues la respuesta a dicha pregunta siempre es: sí no. Por ej., si el tema es: “¿Puedo desarrollar la paciencia en mi vida?”. La respuesta inevitable es sí, o no; y ahí termina la conversación. No puedes desarrollar en puntos un tema así.

Para desarrollarlo en puntos basta con agregarle cualquier pronombre interrogativo. Por ej.:

  1. ¿Qué es poder desarrollar la paciencia en mi vida?
  2. ¿Quién puede desarrollar la paciencia en mi vida?
  3. ¿Cómo puedo desarrollar la paciencia en mi vida?
  4. ¿Cuándo en (o en qué momentos de) mi vida puedo desarrollar la paciencia?
  5. ¿Dónde puedo desarrollar la paciencia en mi vida?
  6. ¿Por qué sí puedo desarrollar la paciencia en mi vida?
  7. ¿Para qué puedo desarrollar la paciencia en mi vida?

¿Lo ves? Eso expande las posibilidades, pues cada una de esas preguntas es un tema diferente que se puede desarrollar. Las respuestas a cada pregunta serán los complementos que constituirán los puntos del sermón. Por ej.:

¿Cómo puedo desarrollar la paciencia en mi vida?

1)Soportando las tribulaciones

2)Esperando en Jehová

3)Pidiendo a Dios paciencia.

Repito, la pregunta es el tema a desarrollar y las respuestas o complementos serán los puntos en que se desarrolla el sermón.

Puedes ahora, si deseas, transformar esa pregunta en afirmación; algo como: “La manera de desarrollar la paciencia en mi vida". Esa sería la forma definitiva del tema si lo deseas presentar como afirmación.

En cuanto a qué pronombre interrogativo usar: eso te lo dirá el rumbo que tome la idea. Si el autor explica la razón de algo, puedes usar “por qué” o “para qué”; o si la forma de hacer algo, usarás “cómo”; si describe algo, puede servirte el “qué”. Hablaremos más sobre esto en un artículo posterior.

Conclusión

Para terminar, recapitulemos con un ejemplo: Lo primero es obtener una idea (sacada de la Biblia con mucho esfuerzo previo). Digamos... “Pablo puede predicar el evangelio con mucha seguridad” (idea extraída de 2 Corintios 4:3-6). El segundo paso es encontrar el rumbo de esa idea: aquí el autor les explica a los lectores “por qué siente esa seguridad”. Conociendo eso, lo siguiente es convertir la idea en tema: “La capacidad de Pablo de predicar el evangelio con mucha seguridad”. Para entonces, convertir el tema en pregunta con un pronombre interrogativo: “¿Por qué puede Pablo predicar el evangelio con mucha seguridad? Esa pregunta ya se puede desarrollar con las tres respuestas que da el pasaje: 1) Porque predica a Jesucristo como Señor, 2)Porque sirve como Cristo, y 3)Porque ha visto la gloria de Cristo. Finalmente, puedes pasar el tema a forma de afirmación: "La razón por la que Pablo puede predicar con mucha seguridad”. Cualquiera de los dos puede ser la forma final del tema.

Con el tiempo puedes saltarte algunos pasos. Si ya tienes una idea y conoces lo que el autor hace con ella para alcanzar su propósito, no tienes que convertirla primero en tema y luego pregunta, etc.. Simplemente puedes convertirla de forma de idea a su forma final de tema en un solo paso. Pero siempre te servirá entender el proceso lógico que tu mente lleva a cabo cada vez que quiere desarrollar una idea. Te lo aseguro, entender esto te servirá mucho. Así que no te quedes aquí; sigue profundizando sobre esta maravilla de la ingeniería Divina en la mente humana.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Aprendiendo a reconocer la idea central de un texto

 


¿Qué harías si un día te piden recoger a una persona en el aeropuerto internacional de Houston, y llegando ves cientos de rostros moviendose de aquí para allá, y toda la información que te dieron fue que a quien tú buscas es hombre y tiene cachucha? ¿Sería un lío no? Ahora experimentas un poco lo que sienten muchos jovenes predicadores a quienes les piden que encuentren la idea principal de un texto bíblico, pero al no saber cómo es que luce una idea, no tienen ni idea de cómo reconocerla en el texto.

Entonces, aprender a identificar una idea se vuelve muy importante para entender cualquier escrito. De hecho, no solo sucede con la escritura, abarca todas las áreas del conocimiento. La palabra idea en sí viene del término griergo “eido”, que significa “ver” y, por consiguiente, “conocer” (por eso cuando entendemos una nueva idea decimos: “¡Claro, ya veo lo que quieres decir!”). Es decir, no podemos conocer si no es por medio de ideas. Sin la habilidad de reconocerlas, seríamos como bestias que viven solo por impulsos, que no llegan a entender aquello que viven. Como escribió Haddon W. Robinson: “A través de las ideas damos sentido a las partes de nuestra experiencia”.

¿Cómo identifico la idea del texto?

Aunque a veces las ideas son difíciles de expresar, el predicador siempre debe saber cómo hacerlo, pues si una idea no se expresa en palabras, no puede ser transmitida. Y un predicador que no sabe cómo transmitir sería como un cantante que no sabe cantar, o un chef que no sabe cocinar. Y para ello, primero debe saber reconocerlas. Por eso te presento cuatro aspectos que debes conocer de la idea para saber cómo identificarla en un texto.

1) Su función en la comunicación

La idea es la unidad básica del pensamiento, así como la célula es la unidad básica de la vida. Según un sitio web del gobierno de Canarias, la célula “es la parte más simple de la materia viva capaz de realizar por sí misma las funciones vitales básicas de los seres vivos”; de la misma manera, la idea es la parte más simple del pensamiento, capaz de realizar por sí misma las funciones básicas de la comunicación. Dicho de otra manera, podemos comunicar pensamientos solo a partir de ideas. Y repito, sólo a partir de ideas.

Antes dije que debemos saber expresar las ideas con palabras; pero no debemos pensar que las palabras por sí mismas comunican pensamientos. Los pensamientos se mueven al nivel de las ideas, no de las palabras. La única manera en que una palabra comunique pensamientos es que la relacionemos con alguna idea. Por ejemplo, la palabra "viene", no dice nada por sí misma; pero si la relacionamos con la idea completa "alguien viene hacia acá", o "ya viene la persona que estamos esperando", entonces la palabra adquiere significado. Para comunicar pensamientos necesitamos que las palabras formen ideas.

Para ilustrarlo, si nuestra mente es un arma, las palabras son pólvora, pero la idea es la bala. No creo que arrojar pólvora con la mano sobre alguien le afecte mucho; pero si metes la pólvora en una bala bien diseñada y la disparas con el arma de tu mente, lograrás un gran efecto.

Si nuestra mente es un arma, las palabras son pólvora, pero la idea es la bala.

Así que, no importa si tienes un vocabulario extenso o si sabes leer 1,500 palabras por minuto; si no sabes reconocer las ideas que estas forman, no adquirirás ningún conocimiento.

Ya veo —pensarás—, “ya voy agarrando la idea”, ¡pero aún no sé cómo reconocerla! Tranquilo, ya por lo menos sabes que debes buscarla entre ese montón de palabras sin sentido. Ahora pasemos al segundo aspecto que debes saber de la idea para saber cómo identificarla en un texto.

2) Su significado

Aunque podríamos acudir a la RAE, o a otros diccionarios. Prefiero darte una definición más sencilla. En palabras simples, la idea es lo que estás diciendo acerca de algo. En todo tipo de comunicación, desde el artículo de blog más breve, hasta el discurso más elaborado, todo finalmente se reduce a compartir y desarrollar una idea. El autor dice algo acerca de algo. A su vez, todo lector eficaz sabe que si un libro es bueno, aunque contenga muchas páginas, su contenido debe poder expresarse en unas cuantas palabras: una sola idea.

Existen diferentes términos para referirse a ella. Algunos la llaman concepto, punto, proposición, afirmación, enunciado, premisa, etc. Si bien, cada uno puede usarse en diferentes contextos, todos son sinónimos para referirse a lo mismo. Lo importante es que si escuchas a alguien más usando alguno de esos términos sepas que está hablando de lo mismo.

Ya que definimos el asunto, pasemos a entenderlo de una manera más práctica. El tercer aspecto de la idea que necesitamos para saber identificarla se refiere a...

3) Las partes que la componen

Una idea se compone de tema y complemento. El tema te dice acerca de qué está hablando la idea, y el complemento te dice qué está diciendo acerca del tema del que está hablando. Por ej., en la frase: "la oración del cristiano hace la diferencia", el tema del que se está hablando es: "la oración del cristiano"; mientras que el complemento sería "hace la diferencia", pues eso es lo que la idea nos está diciendo acerca del tema.

Tal vez esto nos recuerda a nuestras clases de español de la escuela. Ahí nos enseñaron que una oración se compone de sujeto y predicado (el sujeto lleva a cabo la acción y el predicado es la acción que lleva a cabo el sujeto). Pues bien, una idea en la comunicación equivale a una oración en la gramática. El tema equivale al sujeto, y el predicado al complemento. De hecho algunos predicadores usan la palabra “sujeto” para referirse al tema del pasaje. Aquí es importante resaltar que una oración gira al rededor de un verbo principal, lo mismo que la idea. Para encontrar ideas servirá identificar esos verbos principales que unen el tema con el complemento.

Ahora bien, si le cambiamos el complemento a un tema, terminamos con una idea completamente diferente. Por ej. (tomando el tema del ejemplo de arriba): "La oración del cristiano es una virtud que Dios otorga". En ese caso el tema se mantuvo y ,por tanto, guarda relación con el primer ejemplo (”la oración del cristiano hace la diferencia”), pero al sustituir el complemento, la idea sin duda cambió.

Por ello, ambas partes son indispensables. Para que una idea esté completa deben estar presentes ambas; si alguna de las dos falta, no hay una idea que expresar. No puedo llegar con alguien y decirle: "la oración del cristiano", porque me dirá "¿qué hay con eso?" (falta complemento). Y si solo le recito: “hace la diferencia”, me dira “¿de qué me estás hablando?” (falta el tema). Repito, una idea está entera solo si tiene tema y complemento.

Ahora pasemos al último aspecto de la idea que debes conocer para identificarla en un texto, pero que vuelve el asunto más complicado.

4) La forma que toma en el texto

Si todas las ideas se expresaran de forma sencilla como los ejemplos anteriores, sería bastante fácil reconocerlas. Sin embargo, no suele ser así. Al enfrentarte a un texto para entenderlo, encontrarás muchas veces que no hay una oración que te indique la idea principal. Un ejemplo es el Salmo 117:

“Alabad a Jehová, naciones todas; pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya”.

Podríamos pensar que el tema principal de ese texto es “alabar a Jehová”, pero eso sería demasiado amplio, porque el salmo no habla todo lo que tiene que ver con alabar a Jehová. Entonces, si es más específico ¿podría ser acerca de “la fidelidad de Jehová”? Bueno, no; porque ese tema no encierra todas las partes del texto, no puedes usarlo como un elemento unificador porque sencillamente el énfasis del texto no está ahí. Un tema principal más adecuado (aunque, como dijimos, no se encuentra explícito) es “La razón por la que todos deben alabar a Jehová”. Ese tema conecta dos ideas del texto: 1) porque su misericordia es grande y, 2) porque Su fidelidad es eterna. Con ese tema cada idea se unifica dentro de un todo coherente, y las ideas completas quedarían como sigue:

1) La razón por la que todos deben alabar a Jehová es Su gran misericordia

2) La razón por la que todos deben alabar a Jehová es Su fidelidad eterna

De modo que un tema debe ser tan específico que detalle exactamente lo que el autor está diciendo y nada más, y tan amplio que no deje fuera ninguna de las partes del texto.

Para esto debes aprender a tomar en cuenta el contexto literario e histórico, la gramática, la estructura o flujo de pensamiento, y cuantas herramientas te sirvan para encontrar un tema que (puedes estar seguro) no te estará esperando en la superficie.

Conclusión

Ahora que ya has aprendido un poco más del asunto, no te detengas. Hazte experto en entender la idea: Su función en la comunicación, su significado, las partes que la componen y la forma que toma en el texto. Como un cazador, mantente alerta y cuando veas su silueta entre los matorrales de palabras, captúrala sin más. Recuerda que jamás llegarás a penetrar en el pensamiento de ningún autor a menos que sepas identificar los conceptos que sus palabras articulan.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Cómo entender la Biblia por mí mismo



Estás en el culto dominical. El pastor está enseñando un mensaje asombroso. Observas impresionado cómo saca de un versículo que tú ya habías leído, tantas delicias que jamás pensaste que estuvieran ahí. Tú corazón arde con las verdades del evangelio y llegas a tu casa ansioso de aprender más de tu Biblia. Abres las Escrituras pero, tras un poco de lectura... El raudal de bendiciones se secó, no entiendes nada.

Esta situación se repite en muchos cristianos, quienes han adoptado una cultura pasiva en cuanto a entender la Biblia. Entienden solo lo que el pastor les explica en el sermón. Esto no es bueno. Sin duda, los sermones predicados cada domingo son esenciales, pero no debemos ser conformistas y perezosos para entender la Biblia de una forma personal. Si estás leyendo esto, talvez te encuentres en ese grupo. No estoy diciendo que seas perezoso, pero te invito a que no permitas que tu situación te haga caer en un estado pasivo, aprende a estudiar por ti mismo la Biblia.

Cuatro claves para entender la Biblia por ti mismo

2 Pedro 1:20 dice: "Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada"; esto significa que no hay algo que impida que cada cristiano se deleite en su estudio bíblico personal. No es para una élite bien instruida, sino para el pueblo; es para ti. Así que debes avanzar ya al objetivo de entender la Biblia por ti mismo. Estas son cuatros claves que necesitas para lograrlo.

1) Busca la guía del Espíritu Santo

La guía del Espíritu Santo es esencial para entender las Escrituras. La Biblia es la Palabra de Dios; por tanto, es un asunto espiritual. 1 Corintios 2:14 afirma que "el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente". Entonces, a menos que tengas Su guía, jamás obtendrás beneficio alguno de ella. ¿Significa que si Dios no me muestra no podré entender? Exactamente. Eso te guía a una dependencia total en Dios.

La Biblia incluso nos retrata como seres cuyo corazón está en total oscuridad hasta que "Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, resplandece en nuestros corazones" (2 Corintios 4:6a, énfasis añadido). Es entonces cuando somos iluminados y podemos ver "la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo" (2 Corintios 4:6b, énfasis añadido), y esto sólo a través de la Biblia.

Además, el Espíritu Santo se encarga de mostrarte a Cristo en las Escrituras; es Su labor, Su enfoque, Su especialidad (Juan 16:14-15). Mientras lees a solas, Él es tu Maestro y Guía, lo cual es muchísimo mejor que si tuvieras cualquier otro maestro. Piénsalo, siendo omnipresente, Él estuvo ahí, cuando Jesús enseñaba, estuvo ahí cuando Jesús moría y, también, cuando Jesús resucitaba; Él es el testigo de mayor confianza. Él se encargó de revelar el Libro que tienes en tus manos, y sin duda te hará sabio para entenderlo. Solo reconoce que dependes de Él.

Te recomiendo comenzar tu lectura con una oración. Pídele al Espíritu que te hable y te ayude a entender. Confía en Él y verás como comienzan a tomar forma esas palabras sin sentido, tal como lo dice Salmos 119:18: "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley".

Ahora bien, confiar en el Espíritu es lo primero, pero esa fe es algo que necesita ejercitarse. Eso nos lleva a la segunda clave que necesitas para entender la Biblia por ti mismo.

2) Léela constantemente

El autor del Salmo 119 sentía un deseo ardiente por entender las Escrituras, es por eso que en el versículo 20 expresa su sentir de la siguiente manera: "Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo" (énfasis añadido). Cuando realmente deseas entender la Biblia, confiando en el Espíritu, nada te detendrá: ni si quiera el que no la entiendas al principio. Tu deseo por entender la Biblia debe llevarte a tomarla enserio, y leerla "todo el tiempo". 

Tal vez ahora no tienes la costumbre de leer. Se te hace pesado y agotador. Después de unos minutos tus parpados pesan como acero y ni si quiera logras entender lo que estás leyendo. ¡Pero es normal al principio! La buena lectura es un hábito que se desarrolla con el tiempo. Se dice de las antiguas catedrales, que tomó años el construirlas. Los artesanos que las comenzaban sabían que no verían la obra terminada, pues era algo que tardaba generaciones. Esto no los desanimaba de trabajar diariamente, durante años en ella; pues lo hacían con la esperanza de que sus nietos o bisnietos algún día la disfrutarían. Yo me pregunto si conocer a Dios por medio de la Biblia no es más importante que construir una catedral. ¿No merece que cada día tomemos un tiempo para leerla aunque al principio nos resulte cansado? La práctica hace al maestro, dice un refrán. Roma no se construyó en un día, dice otro. Necesitarás paciencia y dedicación, un paso a la vez, para ir entendiendo poco a poco lo que Dios quiere hablarte.

En este punto te darás cuenta de que se requiere un sacrificio: no sólo leerás cuando tienes ganas, lo harás a cada momento que haya oportunidad. En ocasiones requerirá que te apartes un poco de las personas para estar a solas con Dios. Otros seguirán sus asuntos como si no hubiera eternidad, pero tú meditarás en la Biblia como si no existiera nada más. Aún tus problemas tomarán un plano secundario, como lo ilustra el salmista: "Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí; mas tu siervo meditaba en tus estatutos, pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros" (Salmos 119:23-24). ¡Que el mundo siga rodando! Pero tú permanece constante en Su Palabra.

Si lees la Biblia constantemente, en algún momento comenzarás a notar que entiendes cosas que antes no. Hazlo de día y de noche, y pronto verás el fruto (Salmo 1:1-3). Sin embargo, hay más. Otra clave para entender la Biblia es la siguiente.

3) Léela como un solo libro

La Biblia es mucho más que un libro, pero nunca es menos que un libro. Esta famosa frase nos recuerda que, aunque confiemos en que Dios nos guiará, debemos tratar la Biblia como trataríamos cualquier otro libro: con seriedad. No creo que exista algún lector de novelas serio que empiece a leer un libro desde la mitad, o por el último capítulo. Lamentablemente, si hay cristianos que abren la Biblia en alguna porción al azar y la leen sin preocuparse por su contexto. Leer así trae errores terribles, como sacar textos fuera de contexto, ¡para luego convertirlos en pretextos! Para entender un libro debemos leerlo completo. ¿De qué te sirve leer que al final el León mata a la bruja, y que los hermanos Pevensie se convierten en reyes y reinas de Narnia, si no leíste capítulos atrás que la bruja ya había matado al León, pero este resucitó para rescatar a toda Narnia de la maldición? Por eso mismo tampoco te emociona mucho leer cómo se describe el paraíso en Apocalípsis 21, si no entiendes que es una versión mejorada del jardín del Edén de Génesis 1 y 2, de donde habíamos sido expulsados por nuestros pecados, y que Jesucristo murió y resucitó para darnos la entrada a ese lugar mejor.

Además, la Biblia no es solo un libro que habla acerca de Dios, es una carta de amor escrita por Él para nosotros. ¿Puedes imaginar una joven enamorada leyendo una carta de su galán, pero tomando uno que otro renglón, y luego pensando que ya cumplió con su lectura del día? ¡Claro que no! Tomaría esa carta, y la leería de principio a fin, y luego la repetiría una y otra vez. Es así como debemos leer la Biblia, con amor y seriedad, como un solo libro.

Algo que te ayudará es recordar que "toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:16-17). Es decir, necesitas toda la Biblia como Libro para vivir la vida cristiana, y no solo una parte.

No me malentiendas al pensar que debes leer toda la Biblia de seguido para poder entenderla. Eso no es lo que estoy diciendo. No conozco a alguien que haya terminado toda la Biblia en una sola leída, ¡porque es un libro grande! Solo digo que debes entenderla como un solo libro, entender aquello de lo que está hablando. Así pasamos a la última clave para entender la Biblia por ti mismo.

4) Entiende el tema principal

El tema principal de la Biblia es "La Redención del hombre a través de Jesucristo". Estaremos aprendiendo más sobre ese tema en el siguiente artículo. Sin embargo es bueno notar aquí que el foco de atención de toda la Biblia es la persona de Jesucristo.

Eso fue lo que Él mismo enseñó a Sus dos discípulos que iban camino a Emaús (Lucas 24:25-27). Ellos iban tristes, discutiendo sobre la inesperada muerte de Jesús tres días atras. El concepto de ellos era que Jesús redimiría a la nación de Israel de la tiranía romana como un Rey conquistador. Poco o nada sabían que Jesús, mientras moría, estaba conquistando reinos y potestades mucho más poderosas. El asunto es que en aquella tarde, mientras el sol se ponía, Jesús, “comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían” (v. 27, énfasis añadido). ¿Qué pasajes usó? ¿De qué forma lo aplicó a Su persona? ¿Qué palabras les dijo para que “sus corazones ardieran dentro de ellos? No lo sabemos. Desearíamos haber estado en esa hermosa tarde de primavera. Pero algo es claro: todas las Escrituras hablan de Jesús (es lo que Él dijo).

De hecho, cada libro da testimonio de Jesús de meneras distíntas. No podemos espiritualizar la Biblia (darle al texto otro significado que el que realmente ofrece) para tratar de hallar a Jesús en él. En esto, muchos han fallado, intentando encontrar a Jesús debajo de cada roca, detras de cada arbol o colina en las Escrituras. Jesús no se encuentra en cada versículo de la Biblia. Sin embargo, todos los libros de la Biblia sí dan testimonio de Él de distintas maneras. Todo apunta a Él y a Su obra suprema de redención.

Si no alcanzamos a ver esto, jamás lograremos entender la Palabra de Dios. Porque la Biblia es el libro que habla de Jesús. Jesús es el tema principal de la Biblia.

Conclusión

Si Cristo ya te salvó, sigue obedecer Su Palabra. No te conformes con escuchar el sermón una vez a la semana. Aliméntate diariamente de la fuente de gozo y poder de Dios. Mucho más, sabiendo que puedes entender por ti mismo la Biblia; sólo busca la guía del Espíritu Santo, léela constantemente, léela como un solo libro y recuerda que el tema principal es Jesucristo.

jueves, 24 de agosto de 2023

La Importancia de Aprender a Preservar Alimentos


Este es un artículo de prueba, tiene la intención de dar estructura al sitio. Será escrita propiamente en el futuro.

Estamos en la época donde la ilusión de lo seguro penetra en las mentes de las personas. Las necesidades básicas nunca habían sido tan fácilmente suplidas. Es cuestión de ir al supermercado y comprar todo lo que uno desea. Las comodidades como el refrigerador, los alimentos con conservadores artificiales y la grande oferta en el mercado de comida, nos han llevado a olvidar un montón de técnicas sobre preservar alimentos que solían ser necesarias cuando estas comodidades actuales no existían.

Si cayeron en el olvido —pensarás— es talvez porque ya no se necesitan. Puede ser, pero la pregunta sería si es posible que en algún momento lleguemos a necesitarlas de nuevo. No hace falta mucha imaginación para pensar en algún escenario donde saber guardar correctamente las verduras o almacenar un poco de carne sin congelador podría salvar tu vida y la de tu familia.

Reaprendamos lo que hemos olvidado

Además, este no es un asunto del pasado: muchos pueblos de zonas rurales aún viven en condiciones donde conocer esto es esencial, a la vez que muchas personas en la actualidad muestran una tendencia por reaprender sobre este tema olvidado. En este artículo quiero presentarte algunas razones por las que deberías aprender a preservar alimentos.

1) Puede ser un medio para servir a otros


2) Tu vida siempre puede cambiar


3) Confiar en Dios incluye prepararte para lo que Él te llame

Especialmente, para cristianos que Dios ha llamado al campo misionero o en zonas con pocas comodidades, saber unos cuantos de estos conocimientos puede hacer la diferencia (sabiendo que es Dios quien se encarga de sostenernos).


El anciano que comenzó a vivir

 


Un hombre recorría el bello sendero de las colinas Perimonte. Hace mucho soñaba con esa caminata; pero por una cosa u otra terminaba posponiéndola. Sus botas Salomon, su Rolex Explorer II, y su costoso equipamiento, mostraban que las abstinencias de este anciano en su juventud le acumularon una modesta pero suficiente fortuna. En fin, después de cuarenta años de planearlo, ya ahora podía disfrutar su gran sueño.

Las horas que escogió fueron ideales. De hecho, todo era ideal. El sol naciente pintaba la atmosfera en tonos naranjas y violetas que realzaban escasas nubes, pequeñas y rechonchas. El clima no era frío, ni caliente, solo perfecto. Apenas sudaba, y eso porque, falto de experiencia, traía puestas más capas de ropa de las que necesitaba. Su paso era lento, así lo indicó su cardiólogo.

El sendero ondulante se extendía por unos 6 kilómetros entre praderas con flores blancas, rosas y amarillas; entonces, se adentraba en un bosque de verdes encinos longevos que marcaban el pie de las colinas. Diecisiete kilómetros, en total, duraba el recorrido por aquellas colinas, atravesando cañadas, crestas con vistas espectaculares, y arroyos más cristalinos que cualquiera de las aguas embotelladas. En el punto más alto del camino incluso puedes verte rodeado por nubes que te abrazan y te transportan a otra realidad y, en un abrir y cerrar de ojos, se disipan. Un espectáculo único.

A propósito, debo mencionar que las colinas Perimonte no tienen semejante en todo el mundo. No es solo la abundante y colorida vegetación, todavía virgen; tampoco el aroma del tomillo silvestre y la tierra mojada por el rocío matinal; diría que tampoco es la forma de las colinas que, a pesar de su tamaño, conservan una cúspide redondeada y suave a la vista. Hay algo más. Una paz se irradia en cada rincón de esta obra de arte del Gran Escultor. Una paz que no había en la mente atareada del magnate.

Alcanzó el kilómetro 2, escribió una nota sobre superación personal y tomó una fotografía para postearlo en redes. Llegó al kilómetro 3 y tomó nuevamente el celular para corroborar que no tenía mensajes (ni señal). Ya en el kilómetro 4, se dio cuenta de lo solitario que estaba el lugar. Le faltaba un poco de vida (según su lógica algo retorcida pero alineada con la mayoría).

   —¡Cuántas ideas de negocio se pueden desarrollar aquí! —Pensó—. Un Resort, un parque de Golf, un parque turístico... La tienda de souvenirs podría ir por allá, a un lado del hotel; y el salón para eventos y reuniones internacionales encajaría en esa pequeña meseta con vista al lago. 

Siguió pensando y caminando. Las ideas fluían. Las inquietudes por ser el primero en desarrollarlo brotaban. —Nelson no puede ser el publicista en jefe esta vez, se mostró incompetente en el último desarrollo —argumentó para sí con mente nerviosa, como si debiera entregar la propuesta de negocio el día siguiente. El plan tomó forma y se sintió satisfecho.

De pronto, recobró la conciencia situacional. Sus ojos enfocaron entonces un letrero que decía: "El camino es más corto de lo que parece, esperamos que lo hayas disfrutado". Al instante, recordó el reclamo que su hija le hacía antes de que ella se marchase de casa años atrás: —¡La vida es más corta de lo que crees, espero que un día aprendas a disfrutarla! ¡Y a mí!

Sin palabras en su mente, fue a su Range Rover. Arrastraba los pies, aunque estos no le pesaban tanto como su conciencia. Rellenó su recipiente de agua, y descansó, dando sorbos desabridos (de esos que uno da en automático, sin si quiera percatarse de haberlo hecho). Recordó el amor olvidado de su difunta esposa, esta vez no lloró, fue dulce a su alma y le sacó una sonrisa; luego la promesa que le hizo a su hija (pequeña en ese entonces) de que un día disfrutaría el fascinante recorrido de Perimonte. 

—Lo haré de nuevo. Esta vez lo disfrutaré —resolvió para sí mismo con actitud determinante, y suspiró mientras cerraba de un portazo el pedazo de metal costoso.

Se quitó el suéter y comenzó de nuevo. Esta vez sudó más. El cielo ya no era naranja. El sol era abrasador. El fresco rocío se convirtió en vapor que encendía el bochorno y alborotaba mosquitos. Además, diecisiete kilómetros recorridos y diecisiete por delante pesan más con los años. Pero todo aquello no distrajo al anciano (advertido una semana antes por su médico de una muerte pronta y segura) de la idea que había atrapado su mente. —El camino es más corto de lo que parece, es hora de comenzar a disfrutarlo.

viernes, 23 de junio de 2023

Por qué predicar sólo expositivamente

 


El pecado gana fuerza en nuestra cultura, la cosmovisión irracional se impone como verdad; la violencia, el engaño y la blasfemia se normalizan. Al pensar en esto, recordamos que necesitamos más predicadores, más púlpitos, más sermones para que la Palabra de Dios fluya y haga su obra. Faltan hombres valientes que se levanten a proclamar la verdad de Cristo. Sin embargo, aunque esto es cierto, estamos ignorando que el mayor problema no es la ausencia de sermones de la Palabra, sino la ausencia de Palabra en los sermones.

Esta desesperación por más predicadores, ha llevado a la iglesia a bajar los estándares y aceptar cualquier clase de predicación como buena. Pero, ¿todos los tipos de predicación son buenos? ¿es un asunto de estilos y preferencias? La respuesta a estas preguntas podría determinar el estado de la iglesia del mañana.


Una Defensa del Método Expositivo

Yo sostengo que aunque hay diversos tipos de sermón, hay solo un tipo de predicación válido: la predicación expositiva. En los siguientes párrafos deseo mostrarte que no es un asunto de preferencias. Para ello, te presento cuatro argumentos lógicos que demuestran que siempre debemos predicar expositivamente.

1) Predicar es proclamar el mensaje del Rey

"Kerusso" es la palabra bíblica griega que designa el verbo "predicar". Se refiere al acto de proclamar como un heraldo el mensaje del rey. ¿Cuántos no recordamos esa imagen en películas medievales? Un heraldo se para en medio del gentío, abre un edicto real y lo lee con voz fuerte a oídos de todos. Los heraldos eran servidores que recorrían el reino proclamando lo que el rey les había mandado que dijeran. Esa es la imagen con que la Biblia representa al predicador. Es más, ese es el carácter que la Biblia da al predicador.

Para ser heraldo se requería, por supuesto, tener un mensaje de parte del Rey; y después, ser fiel al mensaje. No podemos imaginarlo cambiando palabras: omitiendo una aquí, agregando otra allá. Las consecuencias habrían sido terribles... para el reino, ¡y para su propia cabeza! Por ahora debemos entender algo: el predicador, como heraldo, debe ser fiel al mensaje que Dios le da. Ante todo, su principal labor es declarar todo el consejo de Dios (Hechos 20:27). No enseña a su antojo. Cualquiera que sea su audiencia debe poder decir con Pablo "de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias" (1 Corintios 4:17). Un solo mensaje, el mensaje del Rey.

Pero, ¿Cómo obtengo ese mensaje de parte de Dios? ¿Podría orar para recibir en sueños una revelación y así proclamarla a otros? La respuesta es un rotundo no; lo que nos lleva al segundo argumento.

2) El Rey habla solo a través de la Biblia

En la historia, Dios usó a hombres selectos para que escribieran Sus palabras. Esas palabras tienen un carácter sagrado, pues son Palabra de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios hablaba por medio de sus profetas. Cuando llegó el tiempo del Nuevo Testamento, Dios habló directamente a través de Su Hijo, Jesucristo (Hebreos 1:2), quien es la Palabra encarnada (Juan 1:1,14). Mientras estaba en la tierra, Él habló todo lo que el Padre quería que dijera. Sus palabras eran las palabras del Padre (Juan 5:24; 7:16). Cuando Jesús resucitó y ascendió al cielo, usó también hombres (apóstoles y profetas del Nuevo Testamento) para que transmitieran su mensaje y lo redactaran .

Desde el apóstol Pablo, ningún cristiano ha recibido enseñanza alguna del Señor fuera de lo que ellos escribieron.

Estos apóstoles y profetas establecieron el fundamento mismo de lo que creemos (Efesios 2:20). Dios los usó especialmente para sentar las bases de la fe y práctica cristianas (Efesios 3:5), pues fueron sus testigos oculares: los que estuvieron con Él y aprendieron directamente de Él. Es decir, que desde el apóstol Pablo, ningún cristiano ha recibido enseñanza alguna del Señor fuera de lo que ellos escribieron.

Todos estos hombres fueron inspirados por Dios para que escribieran la Biblia sin errores; no por voluntad de ellos, sino del Señor (2 Pedro 1:15-16,19-21). De hecho, el ministerio de profecía ha cesado (Romanos 13:8-10), el Texto Sagrado se completó cuando el apóstol Juan escribió el último libro: Apocalipsis. Poco después, por guía de Dios, la iglesia reconoció aquellos libros que eran inspirados, y se formó así el Canon Bíblico. De modo que la única manera de recibir un mensaje de Dios en la actualidad es por medio de Su Palabra escrita. No más revelaciones privadas, no más sueños ni visiones, solo Biblia. Si queremos proclamar como heraldos el mensaje del Rey, debemos apegarnos, sí o sí, a lo que la Escritura dice. 

Te preguntarás qué tiene que ver esto con la predicación expositiva. Estarás pensando que esto es algo que tú ya crees. Entonces, aunque no sepas predicar expositivamente, tienes una buena base y una buena intención y, por tanto, ya estás listo para predicar. Espera un poco y entenderás que a menos que seas expositivo, no puedes predicar en lo absoluto. Si predicar es proclamar el mensaje del Rey, y ese mensaje proviene solo de la Biblia el tercer argumento viene de forma natural.

3) Predicar es exponer la Biblia

Aquí hay una palabra clave: exponer. Cuando predicas de verdad, estás exponiendo. Y es que cuando no expones la idea del texto, impones la tuya; no hay otra opción. Las palabras griegas para esto son exégesis y eiségesis. Exégesis significa extraer del texto lo que realmente está ahí, te guía a exponer. Eiségesis, por su parte, significa poner en el texto algo que no está ahí.

El reconocido predicador Charles Simeon describía su convicción de la siguiente manera:

Mi esfuerzo consiste en sacar de la Escritura lo que está ahí, y no meter lo que pienso que podría estar ahí. Tengo un gran celo en esta cabeza; nunca hablar más o menos de lo que creo que es la mente del Espíritu en el pasaje que estoy exponiendo.

Eso demuestra una mente preocupada por ser fiel a la Palabra de Dios, como un heraldo. Hay que ser sinceros y reconocer que somos propensos a imponer nuestras propias ideas sobre el texto. Mentirías si dijeras que no. De hecho, serías más propenso al negar un defecto que todos compartimos.

De modo que, todos tus esfuerzos deben concentrarse en esto siempre: hacer a un lado tus propias ideas, y entender y exponer la idea del texto; eso es predicación expositiva. Haddon W. Robinson, en su libro "La Predicación Bíblica", lo describe así:


La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de, y transmitido por medio de, un estudio histórico, gramatical y literario de cierto pasaje en su contexto, que el Espíritu aplica, primero, a la personalidad y la experiencia del predicador; y luego, a través de este, a sus oyentes.


Es un concepto, una idea sola, lo que debes extraer y exponer; la misma idea que contiene el texto (hablaré más de esto en el siguiente artículo). Mark Dever lo simplifica aún más: 

"Predicación expositiva es la predicación en la cual el principal punto del texto bíblico que se considera llega a ser el principal punto del sermón que se predica, y se aplica a la vida actual".

En resumen, debes procurar con todas tus fuerzas, como escribe John MacArthur: "predicar de tal manera que el significado del pasaje bíblico se presente completa y exactamente como Dios quería"Por lo tanto, no puedes predicar bien si no lo haces expositivamente. O predicas expositivo, o impones tus ideas.
 
Ahora bien, existen, en general, tres formatos de sermón: expositivo, temático y narrativo. Los tres son válidos, dependiendo de la forma en que el texto desarrolla la idea. De lo que hablo cuando digo que toda predicación debe ser expositiva, no es del formato, sino de su carácter, naturaleza o esencia. De modo que, los sermones temáticos y narrativos también deben ser de carácter expositivo (para mayor comprensión lee el artículo sobre ese tema).

Te darás cuenta de que predicar así es cosa difícil. Pero vale la pena si al final quieres escuchar esa bella voz que te dice: "bien, buen siervo y fiel..." (Mateo 25:21). Así te comparto el cuarto y último argumento.

4) Exponer es ser fiel a la Biblia

Si la Biblia es inspirada e inerrante (y lo es), demanda que seamos fieles a ella. No podemos lograr eso, si no exponemos su mensaje. Es el mensaje del Rey, no el nuestro. Somos heraldos y nuestra tarea es exponer.

Pablo entendía muy bien este punto. Por eso dice: "Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20:24, énfasis añadido). Su meta suprema, más allá de su supervivencia, era ser fiel a proclamar el mensaje. Esa es la meta del predicador. Quiera Dios que podamos decir con el apóstol: "Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios" (Hechos 20:26b-27). Quiera Dios que al final seamos hallados fieles.

Conclusión

Los problemas actuales no se resolverán con más predicadores en los púlpitos, sino con más Biblia en los sermones. La buena predicación siempre debe ser expositiva, porque predicar es proclamar el mensaje del Rey y, dado que el Rey habla solo a través de la Biblia, y que predicar es exponer la Biblia, solo exponiéndola así, puedes aspirar a ser fiel.

jueves, 8 de junio de 2023

Por qué Predicar Bien Sí Importa

Predicar bien sí importa


Entre los años 1921 y 1923, Dios llamó a un joven médico a dejar su profesión para dedicarse a predicar la Palabra de Dios, su nombre era Martyn Lloyd-Jones. Poco después de esto, los miembros de una pequeña iglesia en la zona rural de Gales lo invitaron a convertirse en su pastor. Su situación era difícil: carecían de líder, muchos miembros habían abandonado la congregación, y los que quedaban apenas mostraban interés por las cosas espirituales. Lloyd-Jones aceptó el reto, y ni bien comenzó a trabajar cuando notó los problemas que causaban el deterioro de la iglesia. Primero, el programa del servicio dominical estaba abarrotado de obras teatrales, música y cosas semejantes que solo entretenían a la iglesia; la situación era tal que fabricaron un púlpito móvil que hacían a un lado casi todo el servicio, pues la mayor parte se consumía en actividades ajenas a la predicación fiel de las Escrituras. Fue así que el jóven predicador comenzó por atornillar al piso, en el centro del altar, aquel púlpito de madera, eliminó del programa lo que fuese inútil, y dio centralidad a la exposición fiel de la Biblia. Al poco tiempo, la iglesia mostró uno de los mayores crecimientos y actividad evangelística en toda la región. Así mismo, él llegó a conocerse como uno de los mejores predicadores de su época y de la actualidad.

Regresando el púlpito al centro de la vida de la Iglesia

Si estás comenzando a predicar, o estás liderando una congregación, esto te enseña algo valioso: la buena predicación debe ocupar el lugar central en la vida de tu iglesia. Por ello te comparto el siguiente argumento dividido en tres pasos sobre por qué predicar bien sí importa.

1) La Gran Comisión se trata acerca de predicar

Cuando Jesús ascendió al cielo, se aseguró de ser claro con sus discípulos con respecto a qué deberían hacer mientras él regresaba. ¿Cuál fue la misión? "Id y haced discípulos a todas las naciones..." (Mt. 28:19a); y ¿Cómo habían de hacerlo? "Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mt. 28:19b-20). De modo que la tarea es simple (aunque no fácil), haz discípulos, bautízalos y enséñales a guardar todo lo que Jesús te enseñó a ti. Además del bautismo, todo lo demás que tenemos qué hacer tiene que ver con transmitir el mensaje de la Palabra. Ese debe ser el enfoque de toda la iglesia.

Además, si mi tarea es hacer discípulos, ¿cómo se supone que debo hacerlo? Predicando las palabras de Jesús. Cualquier persona que cree en las palabras de Jesús tiene vida eterna y es salvada de todos sus pecados (Jn 5:24). También en Juan 8:31, Jesús le dice a judíos que aparentemente habían creído en Él: "si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos". La misma idea aparece en Juan 15:7-8. De modo que un discípulo es aquel que cree y permanece en la palabra de Jesús. Por la cual, hay que predicarla.

La naturaleza misma de hacer un discípulo es predicar la Palabra de Dios

 

Pero, ¿no pueden solo leer la Biblia y ser salvos? Si pueden. Pero en Su infinita sabiduría y bondad, Dios quiso usarnos a nosotros como proclamadores de Su Palabra. La Biblia afirma que para que una persona crea, debe haber alguien que le predique (Ro 10:13-14, 17). Así que la naturaleza misma de hacer un discípulo es predicar la Palabra de Dios.

Entonces, ¿todo se trata solo de predicar?, ¿no importa que no sepa muy bien cómo hacerlo? En realidad, sí importa, y mucho. Esto nos lleva al siguiente argumento.

2) No basta con predicar, hay que predicar bien

Para que una persona se salve, debe ser capaz de entender bien la Palabra. Es así como lo enseña 1 Timoteo 3:15-17, que afirma que las Escrituras te dan la "sabiduría que lleva a la salvación" (LBLA).  La naturaleza misma de la Biblia nos muestra que sus bendiciones se hacen accesibles a través de la comunicación. La Biblia es la Palabra de Dios, y como tal, debe ser comunicada. Como en los mensajes militares por radio, si el mensaje no se recibe bien, la misión falla y las consecuencias son catastróficas.

Ahora bien, entendemos que, como en todos los medios, existe buena y mala comunicación. 2 Timoteo 2:15 muestra implícitamente que la Palabra puede usarse bien y mal, por eso manda usarla bien. Existe la buena predicación y la mala predicación. Tu tarea es "procurar con diligencia" encontrarte en el grupo de aquellos que predican bien la Palabra. Es cierto que el Espíritu Santo debe obrar directamente en el entendimiento de modo que la persona logre entender y creer el mensaje, y que la persona es responsable de escuchar con atención. Sin embargo, esto no quita la necesidad del instrumento humano usado por Dios de prepararse para la tarea de comunicar bien el mensaje que Dios le da. Esta idea choca con la cosmovisión relativista de la época, donde no hay pensamientos erróneos, solo "perspectivas diferentes". Bajo ese paradigma, no existe la mala predicación, solo diferentes "estilos". Pero el siervo de Dios, cuya regla de fe y práctica es la Biblia, entiende su tarea como un constante perfeccionamiento por comunicar eficazmente el mensaje que recibió. Y no se da por satisfecho con nada menos que eso.

Así que si vas a predicar, predica bien.

 

En términos de Nehemías, "lee el libro de la ley de Dios claramente, y pon el sentido, de modo que las personas entiendan la lectura" (Nh 8:8, énfasis añadido). Es una tarea ardua. No es solo pararse a decir unas cuantas palabras interesantes sobre la Biblia. Debes esforzarte en que la audiencia entienda el significado real de palabras que fueron escritas hace miles de años, a personas distintas, con contextos distintos, en lenguajes distintos. Y después de eso ayudarlos a entender el propósito que esas palabras tienen para sus propias vidas. Pero el resultado vale la pena: personas se salvarán. Así que si vas a predicar, predica bien.

En estos momentos estarás pensando: "es muy fácil decirlo...". Pues tienes razón, no es una tarea nada fácil de llevar a cabo. Yo no te daré un método de "Cinco pasos para predicar bien de forma natural"; hasta ahora no conozco ninguno. Esa dificultad demuestra la idea de que predicar bien sí importa, y nos lleva al último argumento.

3) Predicar bien la Palabra requiere darle la mayor importancia

Esta es una labor que demanda tiempo, esfuerzo y dedicación. Muchos jóvenes que comienzan a predicar piensan que por tener habilidades de comunicación, carisma y facilidad de palabra, la predicación será cosa fácil. Pero nunca resulta ser así. No hay atajos, por lo menos para los que lo toman como algo serio. Lamentablemente, los púlpitos de hoy están abarrotados por predicaciones huecas, vanas y humanistas; y por predicadores que, en palabras del hermano Paul Washer, "deberían pasar menos tiempo en el púlpito y más tiempo en su estudio". No hay poder, no se confronta el pecado, no se predica a Cristo. Cuando un pastor tiene llena su agenda de actividades, suele quitar tiempo de su estudio y comunión con Dios para dedicarlo a organizar eventos sociales; los eventos no son malos, pero la prioridad es la predicación. Los apóstoles tuvieron el mismo problema. Ellos tomaron la decisión correcta. Según Hechos 6:3-4, cuando se vieron abarrotados de actividades, buscaron hombres que se dedicaran a atender los asuntos logísticos de la iglesia, como atender mesas y servir a los hermanos, lo que conocemos como un diácono (Hch 6:2-3). Pero pusieron en alto su labor más importante: "Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra" (Hch 6:4). Por su parte, Pablo aconsejaba al joven predicador Timoteo: "Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza" (1 Ti 4:13); y si no fuera cosa difícil no le habría dicho: "Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren".

Con riesgo de sonar elitista, afirmo en base a las Escrituras, que predicar no es para cualquiera. Requiere un compromiso, sacrificio y deseo deliberado de aquel que se entrega a comunicar el mensaje de Dios. El peligro es grande. Todo aspirante a usar el púlpito debería temblar al recibir el llamado. Por ello, Santiago escribe: "Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación" (St 3:1).

A la vez, es uno de la mayores honores. Pablo expresa la importancia de la labor cuando escribe a Timoteo: "Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina"(2 Ti 4:1, énfasis añadido). Otras versiones dictan: "te encargo solemnemente...". La solemnidad del encargo habla de la importancia de la tarea. Si Dios te llamó, responde al llamado.. Pero pon tu mayor esfuerzo por hacerlo bien.

Conclusión

Nuestro enfoque como iglesia debe estar firme en hacer discípulos de todas la naciones, nuestra tarea suprema. Y dado que la Gran Comisión trata acerca de predicar, es necesario hacerlo, y hacerlo bien; por ello necesitamos darle la mayor importancia. Traigamos de vuelta los púlpitos al centro de la vida de nuestras iglesias.