martes, 24 de junio de 2025

Jakub: El poder de la amistad
Relato breve - de la serie "Retos Narrativos".




I.

—¿Jakub? Ese es un nombre extraño. Nunca lo escuché antes. Suena como cuando estornudas. Jakub… Jakub…

—¡Madre me llamó así! No rías, soldado. Es de la Torá.

—Está bien. Tranquilo… Jakub. Solo bromeaba. En nuestro país te llamaríamos Jacob.

—Los americanos, muy burlones. ¿Cómo es américa? —preguntó el pequeño polaco.

—Bueno. Diferente. Yo soy mexicano. Pero me hice estadounidense al venir aquí. ¿Te cuento sobre mi rancho?

—¿Qué es un rancho?

—Creo que ustedes lo llaman “gospodarstwo” —intentó pronunciar el sargento americano—. Es un lugar donde crías animales, cultivas plantas…

—Eso es granja, no rancho.

—De acuerdo —Sonrió— Eres un chico muy listo. ¿Dónde aprendiste español tan bien?

—Mi tío me enseñó. Sabe hablar cinco idiomas. Cuando termine guerra, vamos a los países de idiomas.

—Viajarán mucho. Cinco son muchos idiomas. Debe ser un verdadero cerebrito. ¿Dónde está ahora? —Agachó el sargento su mirada para limpiar el chorro de café que derramó en su uniforme.

—Es soldado como tú. Mata muchos alemanes. Escuché a papás hablando de que lo llevaron a Auschwitz. No sé dónde está, y a ellos no les gusta contarme, pero sé que mi tío está aplastando alemanes.

Siguió limpiándose la mancha. Lo cual le valió para ocultar la mueca de lástima por la desdicha del pequeño. Bueno es que él lo ignoraba.

Esperaba que no tuvieran en esa ciudad la misma suerte. No habían atacado allí. Todo estaba tranquilo. Pero en cualquier momento, las cosas podían cambiar. Nunca se sabe con los alemanes.

Es impresionante cómo algunas amistades comienzan antes de darnos cuenta. Antes incluso de decidir forjarlas.


II.

—¡¿Dónde está Jakub?! —le exclama a otro soldado sujetando su camisa firmemente.

—No lo sé. Debe estar refugiado con sus padres en su sótano —responde mientras escupe trocitos de tierra.

—Ellos viven en un apartamento en el 3° piso. Y no tienen sótano. Yo mismo le pregunté a Jakub. No tienen dónde refugiarse.

—No lo sé entonces, señor —le espetó, desesperado —, y no hay mucho que podamos hacer por él.

Una bomba hizo volar por los cielos a dos reclutas. El sargento y su compañero raso sintieron las partículas de tierra cayendo sobre sus cascos y uniformes. Los artilleros no paraban de disparar.

Los alemanes contaban ciertamente con un gran poder en vehículos blindados.

—¡Esos coches fueron fabricados en el infierno! ¡alemanes desgraciados! — Lloraba como pequeño un recluta con las expresiones faciales contraídas. Abrazaba sus rodillas buscando esconder su rostro, que parecía más bien desquiciado.

Otros luchaban con valentía. Muchos murieron. Hilos de sangre corrían aquí y allá en el suelo, brotando de sus antiguos poseedores.

No debía hacerlo, pero no podía sino intentarlo. Aquel pequeño se había convertido en poco tiempo en su amigo. El sargento —de nombre Oziel—, dudoso e impelido a librar una batalla ya de por sí perdida, osciló en su decisión por unos momentos, a la vez que descargaba su rifle contra todo lo que se moviera del otro lado del puente.

Entonces dejó su puesto. Y fue a buscarlo.

¡Cuán preciosa era la plaza de Poznan! Muchos comerciantes y artesanos se habían instalado en ella. Aún con los embates de la guerra luchaban sus propias batallas contra el hambre y la tristeza. No dejaban vencerse por ninguna. Hacían algarabía, ora riendo ora porfiando entre ellos. Pero en esa plaza todo era movimiento.

Después del bombardeo, nada de eso quedó.

Las calles alegres de la plaza que el oficial patrullaba a diario eran ahora un baño de sangre. Un niño sollozaba junto al cuerpo sin hálito de vida de su madre. Los perros lamían y mordisqueaban lo que podían de lo que alguna vez fueron ciudadanos polacos.

¿Es la guerra la culpa de unos pocos ambiciosos en el poder? ¿O es una actitud natural de nuestra esencia cruel y despiadada? Dos cosas sé: 1) No me gusta; 2) Brota de mi ser.


III.

¡Ah! ¡está caliente! —Quiso girar la perilla del apartamento de Jakub.

—¡No lo abras, debe estar en llamas! —resonó una voz detrás suya desde la espesura de la nube blanca de humo.

—¡¿Tú qué haces aquí?! —exclamó a su compañero de patrulla mientras sobaba su propia mano por el ardor de la quemada— ¡Pueden hacernos ejecutar a los dos!

—Lo sé. Sabía que vendrías. No podía dejarte solo. El frente cayó. Los alemanes nos sorprendieron por el noroeste. Están avanzando por la ciudad —Tomó un momento para recuperar, jadeante, el aliento.

—Sargento, lo más sensato es irnos. ¿Seguro que quiere arriesgarse tanto por ese niño? Me caía bien, pero es solo un polaco. Mueren por millares.

Ignorándolo, procedió a cortar un trozo de su camisa. Luego lo empapó con agua de su cantimplora y abrió la puerta con riesgo de su vida.

Ya todo eran cenizas. No estaba nadie, ni había cadáveres.

Tomó un momento para pensar.

Desde que el sargento le compartió un pequeño trozo de queso, Jakub comenzó a visitarlos cada mañana a la base. Cuando realizaban su patrullaje por las calles de la plaza, él iba junto con ellos. Sentía de verdad que era un soldado solo con caminar al lado de estos hombres.

Entre las numerosas pláticas, una no salía de la mente de Oziel. Aquella en la que Jakub entendió quién era Jesús. Ese día lo guio a los pies del Maestro en una oración. Y el pequeño con mucha fe —característica de los niños— y sencillez, pero también con su lúcido entendimiento, dijo a Jesús: “Yo sí creo en ti, y ahora eres mi salvador”.

Aquellas palabras no hallaban puerta de salida en la mente del desesperado sargento.

—Sé dónde puede estar. Pero… pero si los alemanes entraron por el frente nororiental, y atravesaron ya la plaza del norte, estamos en serios problemas. Has obedecido en todo, soldado. Esta vez, no pediré que vengas.


IV.

El riesgo que requirió aquella expedición solo puede explicarse con una palabra: amistad.

—¡Jakub! —susurró lo más fuerte que pudo el soldado raso.

—No es él, soldado. Además, ese niño ya no vive. Mira el color pálido en sus labios —El pobrecillo quedó sentado con un pan en sus manos. El lonche que su padre le había horneado esa misma mañana, no lo pudo disfrutar.

La guerra es cruda.

—¿Cuánto falta, sargento?

—Poco. Tú has estado allí. Es en el viejo molino.

En realidad, el camino no fue largo. Pero la cantidad de escenas impactantes lo hacía parecer interminable.

Por fin, después de una loma de escombros, la cual tuvieron que escalar con mucha cautela, lo vieron. El molino estaba pasando un campo de cultivo ya cosechado. El padre de Jakub alguna vez le contó que solía trabajar ahí. También le contó que el molino contaba con un sótano.

Sin embargo, no vieron solo el viejo molino. Detrás de él, como a 800 metros, divisaron una tropa alemana. Era un escuadrón de avanzada. No más de 30. Demasiados para ellos dos.

—¿Está seguro de que están ahí, sargento? —replicó el soldado al hombre en quien confiaba su vida sin pestañear.

—Ahora, no estoy seguro de nada, amigo —se sinceró— Si vamos por el canal, no nos verán, pero tardaremos demasiado. Pienso que debemos ir en línea recta, una carrera. Llegando, tú pruebas suerte echando a andar ese coche, mientras yo reviso si hay alguien dentro. Sin duda nos verán.

—Sargento. Sé que no hay tiempo. Esto no es broma. Me gustaría tener eso de Jesús también. Lo de la salvación. Hasta ahora solo lo oía hablar con la gente. Intentaba fingir que yo no lo necesito. Es para los débiles de mente. Pero lo que dice es verdad. ¡Demonios, soy un pecador! Sé a dónde voy. Sé que ahora es tarde y parece que lo hago por miedo a morir. No sé si Jesús lo acepte así.

Al levantar la mirada para ver a su sargento, notó que una sonrisa se había dibujado en su rústico rostro. Vislumbró un brillo en su mirada.

—Sabía que Dios lo haría. Oré por este momento. No es tarde aún. Pero bueno, ya me lo dijiste a mí. ¿Qué esperas para decírselo a Él?

—¿Cómo, así nada más?

—Claro. Jesús te escucha ahora. Y Él dijo: “al que a mi viene, no le echo fuera”. Hazlo ya, se están acercando.

El soldado musitó: “Jesús, sabes que nunca hemos hablado. No sé si lo estoy haciendo bien. Pero te necesito ahora. Dame esa salvación de la que habla siempre el sargento. Verás, te voy a seguir desde ahora. ¿Puedes salvarme, por favor? Ah, también, ayúdanos a encontrar a Jakub. Amén.

—¿Te acuerdas que Jesús, después de morir, resucitó? Esa es la garantía de que te escuchó y, si de verdad le crees, te salvó.

—Lo creo, sargento.

—Entonces hermano —Lo abrazó fuertemente— ¿Estás listo? Corramos.

Los campos polacos destacan por su belleza inigualable. ¿Es la abundante vegetación? ¿Son las construcciones diseñadas en harmonía con la naturaleza? ¿Es la larga tradición histórica que guardan y puedes percibir con una sola mirada?

¿Habrán percibido algo de ello los nazis mientras hollaban la arcilla polaca?


V.

—¡No arranca! ¡Es un cacharro! —Sabía lo que hacía. Era el ingeniero del escuadrón. Pero las manos le temblaban.

—Inténtalo de nuevo. ¡Pero agáchate! Están muy cerca.

Las metrallas y los fusiles ya los alcanzaban. El molino los cubría parcialmente. Pero el lado del conductor, donde el soldado intentaba ferozmente encender el coche, quedaba al descubierto.

El soldado sintió un golpe en una parte de su cuerpo. No le dio importancia. Pero su manga estaba demasiado empapada. Era demasiado para ser sudor. El sargento no se percató. Estaba ocupado vaciando su cargador.

—¡Demonios! ¡Sargento! Los siento, señor. Me dieron.

—¡Jimmy! Tranquilo, amigo. Te voy a revisar —Inspeccionó con su mano distintas partes del torso del hombre. No había sangre— Te dieron en el brazo, soldado. La contarás para otra aventura. ¡Ahora arranca este pedazo de metal!

—Gracias a Dios. Mi primera charla con Jesús y ya me ando encontrando con Él. Dejará cicatriz… ¡Ja, funcionó! Gracias Dios.

—¡Acelera ya! —gritó el copiloto golpeando el tablero del auto.

Salieron a toda velocidad. La que el vehículo les permitía. Suerte que los nazis habían concentrado sus fuerzas en un paso al oeste del molino. Esta tropa de avanzada consistía de un solo acorazado. Una unidad de reconocimiento. Con su desventaja de ser poco más rápido que un hombre corriendo.

El coche comenzó a andar, pero también a trastabillar brincando de su lado derecho. Fue milagroso que los otros tres neumáticos siguieran inflados. Eran viejísimos. Y las balas rozaban por un lado y otro.

—No puede ser. ¡Y todo para nada! Bueno, talvez Jakub y su familia estén a salvo. Pensemos en que lograron escapar.

Oziel no dijo nada.

Entonces, la silueta de un hombre apareció en el horizonte. Después de él, una mujer y dos niños emergían de aquel canal que los escondía de la vista alemana.

—¡Son ellos! Sabía que los encontraríamos. ¡Acércate!


Este es el primero de una serie de retos para mejorar mis técnicas de narración. El enfoque fue “desarrollo de una historia corta a partir de una imagen”.

Tú también puedes realizarlos y desarrollar tu potencial narrativo. En el chat de mi newsletter en Substack te comparto las bases por si quieres participar. Así que…

Suscríbete si quieres sumarte para aprender juntos y mejorar en tu escritura narrativa. Es gratis.

Puedes contarme:

  1. ¿Cuál emoción afloró más en ti mientras leías el relato?

  2. ¿Has escrito relatos cortos? ¿Cuáles? (Escribe el enlace para que otros podamos leerlos).

Te leo...

sábado, 21 de junio de 2025

Así distribuyo mis tiempos de estudio
Cómo me acomodo para estudiar cuando los días solo tienen 24 horas


Apenas me queda tiempo entre las actividades del ministerio, los negocios y mi vida personal. No sé aún cómo dedico tiempo a esto de escribir. Lo que si sé es el por qué: Escribo para tener claridad mental respecto a los temas que vivo y que trato con la iglesia.

Por lo cual verás temas muy variados. Nidos revoloteados que se atoran en una rama o en otra de mi cabeza. Pero escribo para aprender. Tú podrías aprender conmigo.

Hola, soy Abel. Soy misionero rural y escribo sobre un estilo de vida sencillo, entregado a la misión de Dios. Suscríbete para recibir artículos como este directo en tu bandeja de entrada.

Con tan poco tiempo, debo de ser preciso en mis horas de estudio. He desarrollado un sistema (que pongo más o menos en práctica) para estudiar todo lo que mi ministerio y mi alma necesitan.

Ya te cuento las distintas formas en las que estudio en el día. ¿Vamos?

1. Lectura y memorización de la Biblia: en la mañana

Duración: 1 hora

Es el tiempo más importante. Cuando mi corazón anhela al Señor esta parte me llama más que cualquier otra cosa. A veces quiero solo leer la Biblia y meditarla. En esto he obtenido el mejor provecho espiritual. Cuando uso de este tiempo se nota en mi vida, mis actitudes y mi carácter, y cuando no también.

En sí no es tiempo de estudio, solo de lectura. La diferencia radica en que tiene un tinte devocional. No pretendo desentrañar los secretos de algún texto con exégesis rigurosa. Pido al Señor que me ayude a deleitarme en Él. Solo leo y memorizo.

Leo grandes porciones de la Biblia. Aquí es el momento perfecto. Algunos dicen que es mejor leer un texto pequeño y meditarlo mucho. A mí me gustan ambas. ¿Alguna vez has leído todo Salmos en un día? Yo no… pero sí en dos. Es un deleite. Hay algo en leer grandes porciones que jamás encontrarás leyendo un extracto aquí y allá.

Después de leer, tomo notas. Nada sofisticado. Cuál es la unidad de todo lo que leí. Qué dice el autor. ¿Cómo conecta con Cristo y, a través de Él, con mi vida? También regreso a alguna porción que me atrapó y la medito un ratito.

Entonces, memorizo una porción de versículos del día siguiendo un método que te contaré en otro post. Tomo 3 ó 4 versos, no más. Así me aseguro de tener algo en mi mente que masticar durante el resto de la jornada.

Ese es mi tiempo con la Biblia sin las botas puestas (como lo llamaría Paul Washer); es decir, no es trabajo, solo disfrutar. Para la siguiente forma de estudio sí que me pongo las botas.

2. Estudio de un pasaje de la Biblia: en la noche

Duración: 3-5 horas

Un pasaje es un pedazo de texto de la Biblia que voy a predicar en el sermón del domingo. Es un estudio más técnico. Procuro disfrutarlo en todo el proceso, aunque algunas partes pueden ser más tediosas. Es donde he llegado a pasar más horas absorto.

Suelo utilizar entre 15 y 30 horas a la semana. Muy resumidamente, lo hago así:

  • Leo: Leo el libro completo donde se encuentra el pasaje (ej. Marcos) sin detenerme. No hago notas, no medito en detalles. Vista de ave. Entonces, lo vuelvo a leer esta vez tomando notas y reviso algunos comentaristas para reforzar. Luego leo el pasaje repetidas veces (ej. Marcos 6:45-56). A veces usando diferentes versiones para contrastar los matices entre una y otra. Entonces escribo mi primera impresión de lo que creo que es la idea principal.
  • Observo: Establezco el contexto inmediato, histórico-cultural, contexto del libro y de toda la Biblia (debes entender el pasaje a la luz de su contexto). Luego, investigo términos que no entiendo. Determino palabras clave y estudio el original (griego o hebreo). Después la gramática, cuáles son los verbos principales, conectores, etc., y analizo el argumento lógico o narrativo (según si es prosa o narrativa), y finalmente exploro las emociones del autor al escribir, de los personajes de la historia, y de los lectores originales y las mías al leer.
  • Interpreto: Hago preguntas al texto de todo lo que leí. Preguntas de qué, quién, cuándo, dónde, por qué y para qué. Ahí determino la idea o propósito del autor al escribirlo. Este es el significado y es la parte más importante hasta aquí. Con ello, hago una reflexión teológica, buscando conexiones con el evangelio, viendo lo que dice sobre Dios, y buscando doctrinas importantes a tratar.
  • Aplico: Pienso en las implicaciones que esta idea tiene en mi vida y la de la iglesia. Si eso que leí es verdad, cómo se extiende a mi propia vida. Entonces establezco aplicaciones prácticas, acciones específicas o cambios que demandan el entender esta verdad.

Intenté ser conciso. Es un trabajo arduo. Pero a eso me llamó el Señor. Ver a Dios obrar en eso 45 minutos cada domingo hacen que valgan la pena las 30 horas de estudio de la semana.

Pero no solo está el estudio del pasaje. Cuando predicas a una congregación es importante también tratar muchos temas.

3. Estudio de temas: tras la lectura matutina 

Duración: 1 hora

Es ideal predicar la Biblia pasaje por pasaje, pero también necesito tratar temas específicos. El primero es la dieta regular, el segundo las vitaminas que tomas cuando hace falta.

Utilizo mi temario para seleccionar un tema general sobre el cual tratar. Organicé ese temario cuando empecé a pastorear. Lo puedes encontrar en mi blog. Utilicé varias teologías sistemáticas y temarios como el de Coalición por el Evangelio. Es una guía para saber qué temas necesita escuchar la iglesia.

Los temas que aparecen ahí son “temas generales”. Abrigan dentro de ellos muchísimos temas específicos. Después de seleccionar el tema general, hago una lista de temas específicos que se relacionan con él.

Ejemplo, tomo “La paciencia” (tema general) y hago una lista como: “¿Qué rol juega la paciencia en la salvación?”, “¿Cómo aprendo a ser más paciente?”, “¿Qué beneficios produce el ser paciente?”, “¿Por qué ser paciente es tan difícil"?”, etc. Puedes sacar mucho material para estudio de esta manera.

Te cuento...

¿Qué estoy escuchando ahora?

Tienen que Saber, de Steve Green


Después de que tengo los temas específicos, junto una lista de lectura: de versículos, de artículos y libros. Suelo leer primero los artículos y libros para que me ayuden a encontrar versículos que hablen al respecto.

Los leo y tomo notas usando el sistema de Jordan Peterson descrito en su Guía para Escribir Ensayos. Una vez que tengo los versículos para cada tema tomo el tiempo de estudiarlos individualmente y entender lo que cada uno dice en su contexto.

Es entonces cuando organizo el material a escribir. Agrupo los temas específicos en series para enseñanza bíblica, ensayos y artículos. Todo sale de un mismo estudio inicial. Es trabajo, pero procuro ser eficiente y hacer más con menos.

Así, cada vez que trato un tema general, me da mucho material de donde echar mano. Por eso puedo escribir en este blog. Si no ya habría renunciado porque mi ministerio en la iglesia es primero.

Pero como queda mucho tiempo libre (sarcasmo)… aún hay más que estudiar.

4. Lectura de un libro y artículos: a lo largo del día

Duración: 1-2 horas

Procuro mantenerme siempre leyendo un libro. No tengo horario. Cuando estoy libre, tomo el texto o el kindle y devoro. Leo en promedio uno por semana. Prefiero géneros narrativos, aunque también leo libros teológicos.

Te cuento...

¿Libros que estoy leyendo?

El Aprendiz de Cabalista, de Cesar Vidal.

Cartas Desde mi Celda, de Gustavo Adolfo Bécquer

Soy muy selectivo. Me siento mal cuando leí algo que no me aportó nada. Por eso busco darte lo mejor que puedo :). Sé lo que se siente. Gracias por leerme.

Compartir Vida Cristiana en Misión

Así mismo, me enfoco en sacarle el mayor provecho. Antes buscaba rapidez para abarcar mucho. Ahora, leo más lento, pero aprendo más. Leo una porción más o menos grande. Después, con el libro cerrado, respondo a la pregunta: ¿qué acaba de decir el autor? Y lo escribo junto con algunas ideas que ya tenía yo sobre el tema para complementar e interiorizar lo aprendido. Esto con narrativa y prosa. Aún tengo frescas las conclusiones de libros que leí el mes pasado.

En el caso de artículos, tengo poco leyéndolos. Me parecían una pérdida de tiempo. ¿Para qué si puedo leer un libro completo? Pero ahora, veo el valor que tienen. Más cuando son profundos y extensos. Algunos son libros resumidos. Una joya.

Afiné ese gusto aún más en Substack. Es una red social para escritores. Pero la mayoría solo los escaneo (completos, pero en lectura rápida), y a los que contienen información relevante les aplico el sistema de notas.

No había pensado en escribir un artículo sobre los autores de blog que sigo dentro y fuera de Substack. Después te los comparto, si quieres :).



Si te pareció importante puedes compartirlo con alguien más, y motivarlo a dedicar tiempo al estudio. ¿Quieres hacerlo ahora? Da clic en los botones de compartir.

jueves, 12 de junio de 2025

Cómo Desarrollar Temas Evangelísticos (Parte 1) Una guía para saber lo que vas a decir (sin decir siempre lo mismo)


Hola, quiero ayudarte a hacer muchos discípulos de Jesús. Imagina un ejército de adoradores en espíritu y en verdad, a quienes tú ganaste para Cristo. Para ello necesitas predicarles el evangelio.

El evangelio es uno y no cambia. Jamás dejaremos de difundirlo. No importa que a alguien le parezca aburrido, porque es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.

Sin embargo, no siempre tenemos que usar el mismo discurso rayado. De hecho, si lo predicamos bien no suele aburrir, más bien (ya sea) enojar o convertir.

Primero, porque el evangelio es multifacético: significa que puede estudiarse desde diferentes ángulos y jamás nos lo acabaremos (hablaré de las facetas del evangelio en otro artículo).

Segundo, porque evangelizar es también hablar de lo que ese mensaje implica en las diferentes áreas de la vida. Si el evangelio tiene que ver con toda nuestra vida, entonces ¿te imaginas cuántos temas podemos usar de base para predicarlo?

En esta guía no te daré temas específicos. Pero ¿Te imaginas preparar tus propios temas para evangelizar? Yo sí te imagino. Así que, te comparto dos estructuras que puedes usar para desarrollar un tema por ti mismo (y dos más en el post que viene). Míralas como un mapa mental que te indica lo que vas a decir. Vamos pues.

1. A partir de un problema de la vida.

Esta estructura parte de un problema o situación de la vida de tus oyentes. Todos los problemas se relacionan con el evangelio de una u otra manera, y la gente tiene muchos problemas. O sea, la lista se vuelve casi infinita.

Para darte ejemplos, puedes hablar de temas como la tristeza, la soledad, la familia, la injusticia en el mundo, la alegría, las responsabilidades del trabajo, los bienes materiales. Todos sirven como un buen punto de partida, porque el evangelio soluciona, responde o reivindica todos estos problemas.

La forma de utilizarlo es sencilla, pero poderosa:

  1. Abordas el problema o situación de la vida, su causa (el pecado) y consecuencia (castigo eterno).

  2. Expones un atributo de Dios que se relaciona o contrasta con el problema.

  3. Presentas la solución que ofrece el evangelio de Cristo.

  4. Lo invitas a arrepentirse y creer el evangelio.

Una introducción intrigante

Agrégale una breve introducción y ya tienes un mensaje bíblico qué compartir. Tengo preparada una serie sobre “cómo preparar un sermón” en donde profundizo acerca de las introducciones. Pero a grosso modo: busca que enganche.

Para enganchar debes despertar una duda. Así se genera intriga, suspenso o curiosidad (como prefieras llamarlo). Eso retendrá a tu oyente. Solo que siempre resuelvas esa duda en el desarrollo del mensaje.

Puedes plantear la duda como una pregunta, o contar una historia que la genere, o una frase potente o polémica que la despierte.

¿Qué puede ser? Bueno, con esta estructura es fácil. Usa el problema de la vida que seleccionaste. Si hablas sobre “Relaciones rotas”. Puedes preguntar:

Si contamos a los amigos en toda su vida que jamás le han decepcionado o traicionado, ¿juntaría más de 100? ¿De 50? ¿De 10? La realidad es que vivimos en un mundo de relaciones rotas. Pero hoy usted puede iniciar una relación personal con alguien que jamás le va a traicionar.

No tiene que ser muy sofisticada. Pero púlete lo más que puedas y sé breve. Este es el punto donde ganas o pierdes el interés de de tus oyentes, y sin interés no te escucharán.

Ejemplo:

TÍTULO: ¿Cómo lidiar con la incertidumbre de la vida?

  • Intro

No quiero inquietarte con estas preguntas, pero son interesantes: ¿Sabes la fecha en que morirás? ¿Sabes cómo va a suceder? (Esperas a que respondan). Bueno, ¿sabes si vas a morir o no algún día? Así es, ¿no es lamentable que todo en la vida es incierto menos que vamos a morir?

  • Problema: Todo en la vida es incierto, menos la muerte porque somos pecadores (Santiago 4:13-14; Hebreos 9:27). ¿Y a dónde irás cuando mueras? (Romanos 3:23; 6:23).

  • Doctrina: Dios nunca cambia y siempre cumple lo que promete. Por eso nos tiene misericordia y paciencia (Malaquías 3:6; 2 Pedro 3:9). Pero prometió también castigar a quien no se arrepienta (Ezequiel 18:4).

  • Solución: Las promesas de Dios se cumplen solo mediante Jesús (2 Corintios 1:25). Él no cambia y te prometió salvación del pecado y vida eterna (Hebreos 13:8; Juan 3:17; 6:47)

  • Invitación: Dios no cambia, pero tú y yo tenemos que cambiar nuestro pecado por Dios, eso se llama arrepentirse. Debes arrepentirte y creer solo en Jesús para que te salve y recibas la promesa de vida eterna. Puedes tener certeza de eso. ¿lo harás?


Te explico a detalle los pasos.

Paso 1: Hablas del pecado y de sus consecuencias.

El pecado causa todos los problemas del mundo. Suena polémico, lo sé. Pero sigue leyendo.

No me refiero a que cada problema que tengas sea porque hiciste algo malo. Pero todo lo negativo del mundo es consecuencia finalmente de la maldición por el pecado de nuestros primeros padres: Adán y Eva (personas reales).

Pero no solo ellos pecaron, también nosotros. Sí, muchos problemas que tenemos sí son debido (llamémosle si quieres) a malas decisiones, ya sean nuestras o de otros (o ambas).

El pecado trae consecuencias. La consecuencia final es el castigo eterno.

El infierno es real, concuerda con la lógica*, y debemos advertir sobre su peligro inminente como Jesús lo hizo.

*Nota: Trataré la lógica detrás de la idea del infierno en otro post, ¿te gustaría leerlo?

Paso 2: Contrastas el problema con los atributos de Dios.

Si hablamos de nuestro pecado, Dios es santo; si de nuestra tristeza, Dios es consolador; si nuestro odio, Dios es amor; si nuestra inmoralidad, Dios es puro; si nuestro rencor, Dios perdona; si nuestra vida es corta, Dios es eterno; si la vida cambia, Dios no.

Este punto es fundamental porque, piénsalo, TODOS sabemos que somos pecadores. Conozco a muy pocos que niegan esta verdad tan evidente. Pero, aunque todos lo sabemos, parece importarnos poco.

Pero, cuando entiendes la santidad de Dios (y su lógico odio por el pecado), entiendes la gravedad de tu situación. Tampoco consuela refugiarte en Dios si no sabes que Él es infinitamente bondadoso. Pero tu perspectiva cambia cuando conoces a Dios y sus atributos.

Paso 3: Presentas a Cristo como el único que puede salvar al pecador y acercarlo a Dios.

Cuando eres inconverso, no importa si Dios tiene la respuesta a tu problema. No la vas a recibir porque no puedes acercarte a Dios, ni tampoco quieres.

Eso resulta chocante, lo sé. Pero es así. La Biblia lo deja claro ¿La solución?

Comienzas a buscar realmente a Dios solo (SOLO) cuando Jesús te salva y te hace una nueva criatura.

No antes. Antes no. Nunca. Jamás. Si lo sé: deseo dejar claro el punto.

Entonces, cuando Jesús te limpia de todo tu pecado con Su sacrificio*, es cuando puedes acercarte al Dios santo. ¿Ves que el pecado es grave? Jesús tuvo que morir para rescatarte

*Nota: abajo explico qué tiene que ver el sacrificio de Jesús contigo.

Paso 4: Haces un llamado a la acción (como dijera un bloguero).

Invítalo a dar el paso de fe, a tomar una decisión*. ¿Cuál? Obedecer a Jesús o ignorarlo. Él dijo: “Arrepentíos y creed en el evangelio” (Marcos 1:15) Así que, crees el mensaje de Jesús o lo desprecias. No hay término medio.

*Nota: no creo en el decisionismo, la obra es de Dios de principio a fin. Pero también que somos responsables de nuestras decisiones y debemos responder cuando Él llama.


Bien, pasemos a la siguiente estructura para que pronto puedas armar un tema por ti mismo.

2. Desde una doctrina o atributo de Dios

La lógica es exactamente la misma (no tenemos que repetir todo). Pero ahora, en lugar de un problema de la vida, partirás de una doctrina (significa enseñanza) o atributo de Dios. Bastante sencillo, ¿no? El evangelio es sencillo.

“No es que el evangelio sea difícil de entender intelectualmente, más bien es que es imposible que el corazón depravado lo acepte” —Sinclair Ferguson.

Ahora bien, si teníamos temas de sobra partiendo de un problema de la vida, ¡imagínate si hablamos del Dios infinito! Como dijo Pablo:

"¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?" (Romanos 11:36).

En muchos sentidos, hablar del evangelio es hablar de Dios.

La diferencia con la estructura anterior es el orden. Aquí, planteas la pregunta desde una doctrina de Dios. Luego, contrastas con la situación del hombre (el problema), y finalmente, lo relacionas a la persona y obra de Cristo (la solución) y cómo debemos responder (la invitación).

¿Por qué no usar solo la estructura anterior? Las doctrinas despiertan interés en los que no conocen de la Biblia. Imagina que comienzo diciendo: ¡Si Dios es bueno, tiene que castigar al pecador! Por supuesto, eso suena intrigante.


¿En sí qué es el evangelio?

Antes de concluir, aclaremos este asunto. ¿Habías pensado en esta pregunta? Te dicen: evangeliza, evangeliza. ¿Pero te han dicho cuál es el contenido de ese mensaje que llamamos evangelio?

Algunos dicen que toda la Biblia es el evangelio. De alguna manera, sí; pero no. La Biblia lo contiene y lo anuncia en todas sus páginas, pero no es en sí el evangelio.

Otros, que el evangelio son 4 verdades fundamentales: el pecado, la consecuencia, la solución y la invitación. Pero, aunque (lo habrás notado) las incluyo en la estructura para predicarlo, esas verdades tampoco son en sí el evangelio (si no implicaciones).

Sin más preámbulos:

El evangelio es el mensaje o la buena noticia (del griego evangelion) que nos cuenta Quién es Jesús y lo que vino a hacer para salvarnos de nuestros pecados.

¿Quién es? 

Jesús es el Hijo de Dios; por tanto, es Dios: Dios, el Hijo. El cual se hizo hombre. No dejó de ser Dios verdadero, pero comenzó a ser verdadero Hombre.

¿Qué hizo... hace y hará?

Como hombre, vivió una vida perfecta en obediencia a Dios el Padre*: una vida que nosotros debimos haber llevado. Él cumplió la ley que Dios nos encargó que cumpliéramos nosotros. Fue completamente justo y sin pecado, cada segundo de Su vida.

*Nota: Dios subsiste en tres personas, pero es un solo Dios; lo cual llamamos la doctrina de la Trinidad.

Después de vivir así, murió como un criminal en una cruz. Hubo una razón, Dios estaba cargando en Él, el pecado de todos nosotros (Isaías 53); nunca conoció pecado, pero ahí Dios “por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21). Murió como un malhechor, aunque nunca lo fue.

Todo eso lo hizo como hombre, fue nuestro representante con Su vida perfecta, y nuestro sustituto en el castigo. Vivió como nosotros debimos haberlo hecho. Luego, recibió lo que nosotros merecíamos: la muerte.

Ahora, como Dios, tiene el valor intrínseco suficiente (infinito), para que Su sacrificio por nosotros valiera de algo. De nada sirve que yo dijera a Dios que me castigara a mí en tu lugar, porque me diría: paga primero tu cuenta, ya tú tienes una deuda qué saldar, ¿cómo pagarás por otro?

Pero si un ser infinito, y además perfecto, muere en tu lugar, valdrá lo suficiente para pagar tu deuda infinita por ofender a un Dios infinito ¿quién será que puede salvarnos?

He ahí al Hijo de Dios, perfecto, tiene todo lo necesario para hacer el trabajo. Puso su valor como garantía por mí. Por eso mi corazón se derrite y mis ojos se inundan al pensar en cuanto me ama.

Finalmente, resucitó. Con lo cual venció a la muerte que te amenazaba y confirmó las promesas que te había hecho: perdón y vida eterna. Sus discípulos lo vieron, es histórico; y después de 40 días ascendió al cielo, de donde regresará para restaurar la creación y para que estemos con Él por siempre.

Así que te resumo:

El evangelio es la historia de Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre para vivir, morir y resucitar por ti. El cual vendrá para restaurar la creación por completo, librarla de todo el mal, y para que disfrutemos con Él por la eternidad.

sábado, 1 de febrero de 2025

Qué llevo como misionero a mis viajes y acampadas

 


Imagina que alguien te invita a acampar, o a salir de viaje. Pero tienes una hora para prepararte si quieres acompañarlo, pues ya está a punto de salir... ¿Estarías preparado para una aventura así? ¿Qué cosas meterías en tu mochila?

Aunque algunos nunca han tenido que prepararse de forma tan repentina y pueda parecerles improbable, a otros, situaciones de premura semejantes, nos ocurren a menudo. Debido a esto, tener una lista clara y recordable de lo que necesito llevar en mi mochila se ha convertido en algo sumamente valioso.

Si el título llamó tu atención, talvez sea porque tienes un corazón aventurero o amante de la naturaleza. Quizás amas los viajes misioneros, y te mueve la idea de conocer iglesias en zonas rurales; o bien, tu corazón arde por predicar el evangelio "hasta lo último de la tierra". Si es así, debes estar preparado y este post es para ti. Es por eso que te comparto una lista del equipo que, como misionero, suelo llevar en mis viajes y acampadas. Espero te sirva.

Una lista funcional

Antes de entrar en materia, aclaro que como los artículos que enumero a continuación abarcan dos escenarios generales: viajes y acampada, entonces no es necesario llevar todo lo de la lista a cada salida. Sería extraño que llevaras, por ejemplo, un hacha a una conferencia. De modo que dependiendo si vas a un campamento, un viaje misionero, una conferencia de varios días, una visita rural o una travesía entre la sierra a misiones internadas en la selva, te toca decidir qué cosas llevar en tu próxima aventura. 

Siempre necesitarás evaluar tu destino: Las condiciones del lugar (temperatura, humedad, si hay cama, cobijas, regadera, etc. o si tienes que prepararte), el tipo de viaje (largo o corto, vacaciones, trabajo o evento, etc.), el propósito específico, y hasta las personas con las que vas (por ejemplo, en una acampada dependiendo de si vas solo o con amigos, y la confianza que tengas con ellos, requerirás de más o menos cambios de ropa).

Así como puedes omitir, también puedes agregar cosas. La lista no es restrictiva. Solo ten cuidado de no llevar demasiado, pues cada objeto pesa y ocupa espacio. En viajes y camping no siempre es cierto el dicho: "es mejor que sobre y no que falte". Aprende a llevar "tanto como se necesite y tan poco como sea posible". Los objetos que incluyo en la lista están pensados para que cubran cuatro necesidades físicas básicas:

  1. Protección contra el clima extremo.
  2. Prevenir o tratar enfermedades e infecciones.
  3. Evitar la deshidratación (sed)
  4. Evitar la inanición (hambre)

El orden en el que están escritas es importante, debes recordarlas siempre que viajes. Muchos pensarían, por ejemplo, que lo más importante en una acampada es que no falte la comida, pues moriríamos de hambre. Pero puedes durar 3 días sin agua y hasta 3 semanas sin alimento, mientras que puedes llegar a morir en 1 día por una infección repentina, y hasta en 3 horas por un clima de frío o calor extremos.

Pues bien, el equipo que llevo en mi mochila suple esas necesidades básicas. La importancia de cada objeto depende de cuál necesidad cubre: los que cubren la primera son más importantes que los que suplen la última.

Lista de equipo de viajes y acampada.

Integré los objetos en grupos, esto significa que los primeros grupos son los más importantes. A su vez, en cada grupo hay ciertos artículos más importantes que los demás (estarán subrayados). Así, si por el tiempo no alcanzas a echar todo, tienes oportunidad de tomar lo más esencial de cada grupo, y de abarcar primero los grupos más vitales.

Los grupos de objetos se dividen en dos categorías generales: "lo Principal" y "lo Convencional". A continuación, te los explico (y al final te ofrezco la lista condensada).

Lo Principal:

Lo siguiente, es lo primero en lo que debes de pensar. Aunque sea una salida pequeña, sería mejor no ir sin ello. Si eres organizado, será rápido equipar los tres grupos.

1. Palabra de Dios:

Biblia, papel y pluma. Este grupo incluye lo que necesitas para tener tus devocionales bíblicos. La necesidad espiritual que tienes de Dios es inmensurablemente mayor que cualquier necesidad física, y aún que la propia vida. No importa el tipo de viaje, el lugar, ni el propósito, si tengo que elegir solo un objeto para llevar a cualquier lugar, siempre será mi antigua Biblia. También uso un pequeño e-reader o lector digital donde tengo todos mis libros digitales (aunque como tal lo incluyo en el siguiente grupo).

2. Pertenencias:

Celular, llaves y cartera. Un celular es invaluable en una situación de supervivencia pues será tú primer método de pedir auxilio. Con el celular puedes incluir todos los electrónicos para que no los olvides, como cargadores, linternas, e-reader, audífonos, bocina, walkie-talkie, gps, etc. Antes solía olvidar la linterna hasta que la incluí con el celular. En la cartera asegúrate de llevar tu identificación y dinero. Sí, aunque vayas acampar necesitas llevar dinero. En cuanto a las llaves, suelo olvidarlas, por eso las incluyo en mis pertenencias, lo que siempre llevo en mis bolsillos.

3. Primeros auxilios:

Prescripciones, básicos y curaciónSi tienes algún medicamento prescrito por tu doctor, no lo dejes en casa. Los básicos abarcan los fármacos para dolor de cabeza, de estómago, gastritis, etc. Y el material de curación debería incluir gasas, vendas, desinfectante, guantes estériles, curitas, cinta microporo, etc. No doy recomendaciones de ningún medicamento pues no soy doctor. Consúltalo con un profesional de la salud. Pero te recomiendo que pienses en un buen botiquín de viaje. Puede que nunca lo necesites (ojalá), pero si sí, desearás que esté bien equipado.

Lo Convencional:

Suena a que no tengo mucha creatividad al nombrar la segunda categoría así. Pero, tiene una razón. Los grupos de la primera categoría comienzan todos con "P", por eso "Principal"; todos los de la segunda comienzan con "C", por eso "Convencional". Es solo una forma de recordarlo.

1. Cobertura:

Cambios de ropa. En este grupo, todos los artículos son importantes, pero en diferentes situaciones. Lo que debes pensar es en llevar siempre correctamente la ropa. Piensa en el clima, la formalidad, la percepción cultural del lugar a donde vas, la cantidad de prendas, lo voluminoso de las prendas (si vas en automóvil puedes darte el lujo de llevar un suéter voluminoso que te encanta, pero la cosa cambia si llevas una mochila de 30 litros, ¡solo te va caber eso!).

Cobija. Si vas a otro lugar, y pasarás una o más noches, siempre intenta verificar si hay camas, colchonetas, cobijas, etc., si no, lleva tu sleeping o cobija, y una colchoneta de foam o colchón inflable de camping. Elegir el colchón correcto es todo un tema, el cual trataremos en otro post.

Casa de acampar, toldo y cuerda. Finalmente, si la salida es de acampada, lleva tu casa de acampar o un toldo, o ambos, y para amarres una cuerda de paracord, o el material que tengas disponible. Si tienes la manera, invierte en una casa resistente y ligera, como las de la empresa Naturehike. Puedes colocarlos por fuera de la mochila, así, si el mal clima te encuentra en la caminata desearás tener algo para ponerlo pronto sobre tu cabeza. En otro post hablamos sobre cómo acomodar el equipo en la mochila de viaje y de camping.

2. Corte y caza:

Herramientas de corte. Navaja, cuchillo, hacha, machete, serrucho plegable, etc. Puedes llevar uno, llevarlos todos. Aquí depende del gusto y la ocasión. Por más que me encanten las hachas, y aunque antes las llevaba literalmente a todos los viajes, reconozco que no siempre son adecuadas. Pero una navaja de bolsillo, como de la marca Victorinox, Old Timer, etc., serán de mucha ayuda en donde quiera que andes. Esa sensación de estar preparado cuando se necesita cortar algo, y tú eres el único que pensó en llevar navaja, es invaluable. Acabo de comenzar a usar el serrucho plegable de 10" de la marca Truper, es exquisito para hacer leña de forma muy limpia.

Herramientas de caza. En cuanto a cacería, un rifle de aire, un arco o una hulera. Las tres opciones son legales en México y no requieren ningún permiso especial. Aclaro que no invito a nadie a tener armas, ni a practicar la cacería. Puede ser muy peligroso si no lo haces responsablemente, sin hablar de las multas de cazar animales si lo haces de forma ilegal. Sin embargo, si tienes lo permisos, conoces del tema o estás en una situación de supervivencia, contar con una herramienta para proveerte de algunas proteínas no parece mala idea.

3. Combustión:

Encendedor. Para ignición, un encendedor, cerillos, pedernal y hasta una lupa pueden servir. Nunca escatimo en encendedores, y cuando puedo, llevo 2 o más, junto con un pedernal.

Acelerante. De acelerante, sirve cualquier cosa que ayude a que el fuego se agarre bien, puede ser una pastilla para encender carbón, algodones impregnados con cera parafina, rajitas de ocote (madera de pino con mucha resina), o trozos de algodón carbonizado.

YescaEn tercer lugar, un poco de yesca seca. Es todo aquel material fino o fibroso que sirve como combustible inicial. Puede ser un nido de pájaro (¡solo si está abandonado!), un poco de ixtle desmenuzado y hecho baraña, pasto fino seco, acículas de pino secas, papel, cartón, etc. Todo aquel material que encienda fácilmente para iniciar la fogata.

Estufa: Para acampada, son muy prácticas las estufitas de gas. Hay unas que funcionan con latas pequeñas de butano. Son portátiles y muy fáciles si lo que quieres es cocinar sin las complicaciones del humo de la fogata. También hay mini-estufas de leña: una cajita de lámina donde introduces palitos delgados para hacer el fuego. Es mucho más eficiente que hacer una fogata grande, pues se aprovecha mejor el calor al cocinar, y produces menos humo.

Hasta aquí, los objetos que sirven para ayudarnos a combatir el clima extremo. Ya que tienes cobertura del frío o el calor con tu ropa, cobija y carpa, que pudiste colocar talvez haciendo uso de tus herramientas de corte, el fuego te dará un bonus de calor cuando hace más frío, o secar tus prendas si llovió. Aclaro que tampoco invito a hacer fogatas en la naturaleza. Hacerlas es una actividad riesgosa, puedes afectar kilómetros y kilómetros cuadrados de bosque, y hasta causar daños fatales a otras personas, por una simple brasa de una fogata mal hecha. Si habrás de hacerlo, sé sumamente precavido siempre. Y recuerda que ninguno de los que han causado un incendio creyeron que les fuera a pasar a ellos. ¡Ah, y ojo! Nunca enciendas fuego cerca de tu casa de acampar, es altamente flamable.

4. Cuidado del cuerpo:

La segunda necesidad es prevenir o tratar enfermedades. Para tratarlas ya llevamos el botiquín, pero prevenirlas es quizás más importante. ¿Cómo? Con una buena higiéne.

Limpieza. Para el cabello, champú; para el cuerpo jabón, para los dientes cepillo y pasta; y para las manos, gel antibacterial. Asegúrate estos objetos, úsalos concienzudamente. Unas toallitas húmedas son excelentes para limpiar tus pies, sé meticuloso en eso, son tu principal medio de transporte. Las toallitas también sirven para cuando no hay opción de darse una ducha... te dejo el tip ;). La buena higiene suele desestimarse, pero la historia nos muestra que habríamos podido evitar grandes catástrofes de salud mejorando simples hábitos de higiene.

Imagen. Un poco de cera o gel para el cabello; desodorante y perfume para tu aroma; y un cortaúñas si el viaje es largo. Esto me parece básico para cualquier viaje. Me gusta usar una bolsita ziploc para guardarlo todo sin que ocupe mucho espacio. Podrías agregar, si usas, cremas para la piel, bloqueador, repelente, etc. Yo no las uso.

Baño. Papel higiénico, jamás lo olvides (a menos que optes por el bidet que está mucho de moda entre campistas), toalla y sandalias para la regadera. Si es acampada puedes considerar una regadera portátil, sirven además para lavar trastes o lavarte las manos con más comodidad.


5. Cocina:

En este grupo matamos dos pájaros de un tiro: la sed y el hambre.

Agua y filtro. Dependiendo a dónde vas puede ser más o menos necesario, pero nunca desestimes el valor de llevar agua contigo. Calcula lo que vas a necesitar, medio litro, dos, seis, depende de ti. Y si vas a la naturaleza, intenta saber si hay algún cuerpo de agua del cual abastecerte. Especialmente en supervivencia, un pequeño filtro con el cual puedes beber directo de fuentes no potables, es una gran ventaja.

Contenedores. Una taza metálica y un bote, o varios, es suficiente para el agua. En lugar de botes, prefiero los termos de acero. Lo importante es que la tapa selle bien para llevar segura el agua. Te recomiendo que la taza sea de metal, pues puedes usarla para hervir agua o hasta cocinar. Para la comida, una olla, un sartén y cubiertos (plato y cuchara, si gustas, tenedor). Puedes omitir el sartén y llevar solo una olla. Yo sacrifico ligereza y espacio por el placer de cocinar en un sartén de hierro fundido de 20cm, es un gusto personal pesado, pero de otro nivel.

Comida. Sal, sazonador natural y un tarrito de manteca son la triada básica. La manteca es más saludable y más versátil que el aceite de cocina. La comida depende de tu gusto, solo te recomiendo que no cometas el error de comer alimentos basura por el hecho de ser más sencillos de consumir. Galletas, fideos, frituras que contienen muchos carbohidratos, te darán energía rápida, pero se esfumará pronto y quedarás con una sensación de ansiedad por más azúcar. Sin mencionar que no te nutren. En lugar de ello, ingiere suficiente proteína. Alimentos como el huevo, carne, y tocino son grandiosos para acampadas, y puedes deshidratarlos o salarlos para que sean más prácticos y duren más (intentaré postear algo sobre deshidratar y preservar alimentos más adelante). Acompaña con aguacate y tendrás un manjar. El queso seco o duro de barra dura en buen estado suficiente tiempo. La papa, aunque contiene muchos carbohidratos y prefiero no abusar de ellos, en este caso son carbohidratos complejos. La papa se cuece aparte, es deliciosa, ofrece muchas calorías por gramo, y dura mucho en la mochila (ideal para el campista). Por gusto y salud, no como muchos vegetales, solo la cebolla para dar sazón. Estos también pueden deshidratarse, y de esa manera se reducen como a la mitad de tamaño, ocupando menos espacio en la mochila.

Conclusión

Procura memorizar esta lista con las 3 P's y las 5 C's, o tenerla a la mano. Usa este conocimiento para la gloria de Dios. Hay mucho trabajo por hacer para avanzar el evangelio, y se requiere que algunos dejen la comodidad de su vida actual y tengan la audacia de prepararse para salir a donde sea que el Señor los llame. Soli Deo Gloria.

Aquí la lista condensada de todo el equipo, como lo prometí:

  • Principal:
    • Palabra: Palabra de Dios, papel y pluma.
    • Pertenencias: Celular (y electrónicos), llaves y cartera.
    • Primeros auxilios: Prescripciones, básicos y material de curación.
  • Convencional:
    • Cobertura: Cambios de ropa, cobija (y colchoneta), casa o toldo y cuerda.
    • Corte y caza: Navaja, cuchillo, hacha, machete o serrucho; rifle, arco o hulera.
    • Combustión: Encendedores, cerillos, pedernal o lupa; varas de ocote, pastillas de encendido o cera; yesca seca, y estufa de leña o gas.
    • Cuidado del cuerpo: Champú, jabón, cepillo, pastagel antibacterial y toallitas húmedas; cera o gel, desodorante, perfume, cortaúñas y cremas; papel higiénico, toalla y sandalias.
    • Cocina: agua, filtro, taza metálica y bote; olla, sartén, cubiertos, sal, sazonador, manteca y comida.

Si este post te resultó útil o edificante, entonces comenta, me encantaría leerte. También compártelo con otros. Lleguemos a más personas que, como nosotros, deseen llevar una vida cristiana simple, viviendo lo cotidiano para la gloria de Dios.


lunes, 21 de octubre de 2024

Pecador y Misionero: la batalla interior y la gracia divina


¿Piensas que un misionero o un pastor es un superhombre? Un cristiano espiritual sin apenas fallos. Se equivoca solo cuando escoge una leche caducada. Nunca está triste, él siempre sonríe a todos y los anima. Por ningún motivo llegaría a ser tentado como cualquiera de nosotros, ¿no? Bueno, lamento desilusionarte, la realidad es que el misionero es un hombre pecador.

Por supuesto, la Biblia enseña que el ministro debe ser irreprensible. Y eso abarca carácter, conducta y habilidades. Un pastor o misionero que no es irreprensible no debe ser pastor. Y hay muchos pastores (los puestos por Dios) que sí son irreprensibles. Pero irreprochabilidad no significa perfección. No es una vida libre de luchas, tentaciones, tristezas o caídas. No significa un cristiano superior al resto, sino simplemente, un cristiano verdadero.

La desdicha 

Como cristiano verdadero (tal como el resto), la carrera es difícil. La obediencia a Dios, sosteniendo una lucha contra la carne, no es solo pesada, ¡sino imposible si no fuera por la gracia de Cristo! Cada paso que da le hace olvidar lo durísimo del anterior, solo porque este lo sintió peor. Y, en realidad, la mayor dificultad no son las circunstancias externas, sino su propia tendencia al mal, su carne.

Dios no provoca esto, no nos da un camino tortuoso, ni nos invita a pecar para que andemos cabizbajos. Él lo hizo todo sencillo y deleitoso. Nos creó rectos, "pero ellos buscaron muchas perversiones", dice Eclesiastés 7:29. No es Dios quien me lo pone difícil, soy yo. Si no fuera porque la salvación es enteramente por gracia de Dios y por el sacrificio de Cristo en la cruz, ninguno sería salvo.

Pero, una vez que Dios nos salva, comienza también a limpiar todo ese pecado que hay en nosotros. Inicia una encarnizada lucha contra la carne y el pecado. En Su soberana voluntad, nos permite andar por este camino empedrado que, en sí, nosotros elegimos. Duele cada paso, es agotador, y no pareciera tener final.

¡Oh, cuánto deseara librarme de esta carne! Carne rancia y tóxica. Naturaleza celosa y envidiosa, que sabe que no heredará la vida futura, por eso no quiere dejarme llegar allá. Es como un ciempiés que se aferra a mí y me inyecta su doloroso veneno. Es como sanguijuelas que me quitan vitalidad y me dejan débil y sin ánimo. ¡Oh, qué gozo cuando logro sacar una de ellas, aunque sepa que muchas más siguen pegadas! Quisiera removerlas todas a la vez, mas no puedo. Me desgasto y desanimo, aun sabiendo que Dios me despoja cada día de ellas.

Lo peor de esta plaga, es que la plaga soy yo mismo. Algo que te mantiene de pie en cualquier lucha es recordar el peligro que quieres erradicar, odias al enemigo intensamente y deseas que desaparezca; pero ¿qué cuando el enemigo eres tú? ¿Qué cuando recuerdas que no eres la victima sino el agresor, cuando voluntariamente levantaste tu voz para ofender a Dios?

Todo esto es peor cuando eres líder espiritual. Deseas estar libre de aquellas cosas que denuncias en otros, y lo intentas genuinamente, pero nunca es suficiente. Esa es la vida real de un misionero: un ser que lucha, primero que nada, consigo mismo. Alguien que querría dedicarse todos los días a derribar las puertas del Hades; pero que, mayormente, se mantiene ocupado tumbando las puertas de su propio orgullo y concupiscencia.

¿No es miserable una vida así? Vivir predicando contra el pecado que aún se hace presente en tu vida. Es duro, sí, pero no miserable. Gracias a Dios que, con esas brasas, Él forja metales preciosos.

La dicha

Qué dicha es ser misionero, aun en un estado así. Esta lucha contra la carne también es una ventaja tremenda. No imagino cómo un hombre soportaría dejar su casa, su tierra, su vida, si no tuviera nada en común con la gente a la que va a ministrar. Sin embargo, el misionero es un pecador igual que ellos. Es un mendigo necesitado igual que ellos. La diferencia:  ha encontrado pan y ahora corre a decirle a todos dónde hallarlo.

Un misionero que lucha contra el pecado en su propia vida (y aclaro que no es lo mismo vivir en pecado, que luchar en verdad contra él), entiende a los pobres pecadores a quienes va a rescatar. No le dice a otro que los saque del pozo en el que están para no ensuciarse él mismo; sino que mete la mano en el fango y estira fuertemente, pues recuerda con claridad lo que se siente estar ahí.

Un hombre que lucha contra su propia carne es alguien que no odia a otro pecador por su pecado; sino uno que odia al pecado de él, tanto como al suyo propio, porque lo conoce.

También es una dicha, porque ser pastor (o misionero) es una actividad muy peligrosa en términos de orgullo. Son largos días los que me ha tomado darme cuenta que estoy lleno de soberbia, vanagloria y autosuficiencia (otra vez). Eso se va acumulando, se va alimentando, y todo sin saberlo... ¡aún con las cosas buenas! Me siento tan ridículo cuando me encuentro adulándome yo mismo por un solo acierto que tuve; el cual, ni me agregó justicia a la que Cristo me dio, ni me hizo menos merecedor del infierno, y ni aún lo hice con un corazón perfecto (muchas veces, sin darme cuenta, lo hago para ser visto).

Pues bien, la dicha de luchar contra mi carne es que me recuerda quién soy yo. No tengo manera de gloriarme en nada de lo que he hecho por Dios... ni antes ni después de ser salvo, y ni aun siendo pastor. Soy tan solo un cabrito rebelde, convertido en oveja, a quien (por si fuera poco) le dieron el honor de pastorear a algunas de ellas. Esa es mi historia. 

Me gustaría poder recordar eso cada día, y que no se me olvidara en ningún momento. Sin embargo, esta lección parece como esos mensajes que se autodestruyen después de 5 minutos. Y Dios tiene que reenviarlo una y otra vez.

¡Qué cansado, sí! ¡Pero, qué seguro! Si Dios no me permitiera experimentar esta encarnizada lucha contra mí mismo, y me dejara ser un pecador ajeno al dolor que toma retirarlo, estaría tan lejos de Su gracia, como el Este lo está del Oeste.

El ancla

Sin embargo, aun entendiendo que sentir el dolor de esa lucha es una bendición, el pecado aún provoca que me desanime. A menudo vuelvo a gritar a Dios: "¡Vuélveme al gozo de tu salvación!" Pero cuando las garras de la tristeza por el pecado arañan mi puerta: recuerdo y me reconforto con el siguiente texto.

"El que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). Así lo aseguró el apóstol, inspirado por Aquél mismo Espíritu que cumplirá la promesa.

Tengo una congregación que dirigir. La única manera de llegar al final de la carrera es que el Dios de gracia cumpla esa promesa y me dé el poder para lograrlo. Si esa promesa no existiera. Yo no estaría aquí. Ni si quiera lo intentaría. Es una derrota segura sin esperanza. Pero la promesa está. Entonces, lo seguro es la victoria. Esa es mi ancla.

Quiero que mi iglesia vea eso. El ejemplo de alguien que vive lo que predica. Alguien que libra las mismas batallas que a ellos los invita a luchar. No un robot sin fallas, pero también sin emociones. Un hombre que depende de Dios tanto como ellos. Y que los apoya solo porque se encuentra luchando en la misma trinchera.

Misionero, toma esta ancla y resiste el oleaje. Levántate y continúa luchando. Agarra la espada y derrota tus pecados en el poder de Cristo.

Por favor, Señor, cumple esa promesa en mí. Quiero ser como Cristo. Que las ovejas que me diste para cuidarlas escuchen la voz de su verdadero Pastor a través de mí.

En el blog Vida Cristiana en Misión comparto historias de hombres y mujeres reales que se han entregado a la misión de rescatar a los perdidos y exaltar el nombre de Dios en todo el mundo. También comparto reflexiones como esta. Déjame tu comentario para saber si te gustó. Y, si es así, compártelo con otros.


viernes, 13 de septiembre de 2024

Qué aprendí en mi primer año de misionero



Corre el año 2024, y con él, mi segundo año como misionero. En Enero de 2023 comencé a ministrar en la Iglesia Bautista la Cruz de Cristo (IBCC), que se ubica en un pequeño ejido de mi localidad. No se llamaba así cuando iniciamos; en realidad nadie recordaba su nombre. Y es que esta congregación cuenta con una rica historia de alrededor de 60 años (en otros post la contaré más a detalle); sin embargo, cuando mi iglesia local me envió a ministrarla, la iglesia llevaba dos años sin funcionar. Comenzamos el primer servicio con tres asistentes del lugar.

Un misionero novato con un Dios experimentado

Me reconozco inexperto; pero he aprendido tantas cosas en este primer año que me gustaría contarte algunas. Tal vez eres un joven o jovencita a quien Dios está llamando al campo misionero y tienes dudas; tal vez eres un hermano que ama las misiones y te reconforta escuchar cómo Dios sigue obrando en lugares remotos; tal vez estás luchando con dudas sobre si Dios es fiel y se acuerda de tus necesidades. Si estás en alguno de estos casos, te agradará leer lo que Dios me enseñó durante mi primer año como misionero. Te comparto algunos de mis aprendizajes.

1) Dios acomoda las cosas

Experimenté la soberanía de Dios aún antes de iniciar mi ministerio. Tras un largo tiempo de comer ansias por servir ya como misionero, Dios hizo algo grandioso.

Sucedió así: una semana como cualquier otra pensé: “¿qué si de pronto comienzas a pastorear una congregación?” Había estado pensando por meses sobre cómo dividir un plan de enseñanzas y cosas semejantes, pero esa semana fue diferente. Pensé cosas como: ¿y si de un momento a otro comenzaras a dirigir una misión? ¿sabrías qué hacer? ¿cuál sería tu plan? ¿cómo trabajarías? ¿cuáles serían tus principios?, ¿qué enseñarías?, ¿cómo dividirías las enseñanzas para que la congregación reciba realmente la Palabra? No fueron pensamientos comunes. Fue como si en mi mente estallara una bomba de dudas e inquietudes.

Dormí casi nada esa semana. El tiempo, día y noche, se me escurría como agua entre los dedos buscando dar respuesta a las preguntas. Ahí, el Espíritu Santo me dio un curso intensivo sobre teología pastoral y sobre planeación de enseñanzas. Nada más ocupó mi mente fuera de esos dos temas. Leí como 6 libros en 5 días sobre el asunto e innumerables pasajes de la Biblia. Por un momento sentí que estaba enloqueciendo con todo eso. Hasta que el sábado, por fin... llegó la calma.

Formulé un plan para el ministerio y un plan de enseñanzas, que aunque (por supuesto) no eran perfectos, me dejaron satisfecho y con un mente clara sobre cómo podía comenzar en el hipotético y poco probable caso de que fuera llamado a otro lugar pronto.

El asunto es que al día siguiente, en la escuela dominical, una hermana recordaba el sermón del domingo pasado donde el predicador dijo que la iglesia debía esforzarse en la labor misionera. Ella añadió:

—Tenemos un joven con el llamado misionero —Refiriéndose a mí— y tenemos una misión que no está siendo atendida, ¿por qué no lo enviamos para que se encargue de ella? —En ese instante todas las horas de desvelo y meditación de esa semana vinieron a mi mente, y pensé: Dios me está llamando.

Lo cierto es que, por razones de fuerza mayor, durante la pandemia, esa misión fue desatendida involuntariamente por el misionero (estaba fuera del país cuando la cuarentena estalló y no pudo regresar). Hasta ese entonces, casi nada había escuchado yo de ese lugar. Algunas cuantas menciones de una tal misión en Ojo de Agua. Pero nada que me hiciera pensar en ella. Estaba fuera de mi radar. Incluso ni la curiosidad me despertaba. Eso hasta ese día...

Después del certero comentario de la hermana, los miembros presentes comenzaron a discutir la idea. Absortos en las implicaciones y posibilidades, hablando y escuchándose unos a otros, apenas me dirigeron la mirada, y nunca (creo) la palabra. Finalmente, les pareció bien.

—¿Tú qué opinas? —me preguntaron entonces, dando la sensación de que en la mente de todos, la decisión ya estaba tomada—.

—Si Dios me llama, estoy dispuesto. —Fueron las palabras que serenamente salieron de mi boca. Sabía que era de Dios, tenía la certeza. Dios me preparó. Preparó a los hermanos. Y finalmente (será tema de otro post) preparó las condiciones en el ejido para que pudieramos comenzar a trabajar ahí.

Ahora entiendo, de manera personal, que Dios acomoda las cosas. Lo mejor que podemos hacer es descansar en Su soberana voluntad y responder cuando Él llame. Si bien, debemos saber a qué nos llama. Lo que veremos en el segundo aprendizaje.

2) Dios nos llama a amar.

Cundo le preguntas a muchos cristianos sobre cuál es el principal mandamiento, te responderán con Mateo 28:28-20: “Hacer discípulos a todas las naciones”. Sin embargo, no es así. Esa es nuestra principal tarea o comisión. Pero en cuanto al mandamiento principal, la Biblia dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12:28).

Traducido al ministerio misional, todas las actividades deberían girar entorno a amar a la congregación y la comunidad por medio de: orar por ellos, predicarles y servirles. Es así como un ministro del evangelio guarda el mandamiento en el contexto de su congregación. Un amor verdadero es aquel que vela orando por el bienestar de su gente. Un verdadero amor es aquel que predica la Palabra que hará libre y alimentará a su rebaño. Un verdadero amor es aquel que pone sus dones, tiempo y esfuerzo al servicio de aquellos que llama prójimo.

Deseé ver todo esto reflejado cuando escribí mis metas en aquel plan de ministerio: “amar y servir a cada hermano de forma personal” (fue como lo redacté). No tenía demasiada claridad en cuánto a muchos detalles, pero estaba seguro que no quería un ministerio en donde los números, o los grandes logros y eventos fueran la meta.

Ahora, del dicho al hecho hay un gran trecho. Es más facil decirlo que hacerlo. Sin duda, amar es el mayor reto que Dios nos propuso, la más arriesgada empresa. Amar es exponerte. Amar es ser vulnerable. Amar es darlo todo. Nada que sea menos que esto se acerca a las palabras: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

No así, empero, cuando el objeto de mi amor soy yo mismo. ¡Qué amor tan obsesivo compulsivo tengo por mí mismo! Si pudiera elegir entre eliminar todos los problemas externos de mi ministerio y eliminar mi amor por mí mismo, me sería más útil eliminar lo segundo ¡Oh! ¡Si quisieran quitarme de encima a mi peor enemigo tendrían que matarme! Cuán pesado es luchar contra un enemigo que lleva mi mismo nombre, historia y hasta apariencia. Cuán dificil es luchar contra el yo, y amar a otro como a mí mismo.

Sin embargo, gracias a Dios, “que es rico en misericordia”, porque “por su gran amor con que nos amó, aun estando muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5). De ser un egoísta empedernido, mi corazón comenzó a dar destellos de amor cada vez mayores hacia aquellos que Cristo me ordenó llamar prójimo, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5b). Ahora podemos amarlo a Él y amar al prójimo “...porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19).

Además, en esto tengo una gran ventaja: Dios me suplió con la mejor iglesia que un misionero podría imaginar (tal vez muchos misioneros dicen lo mismo pero es totalmente sincero) . Es fácil amar a esos hermanos; personas deseosas de aprender más de la Biblia y dispuestas a ayudar y servir, sensibles a mis necesidades aun cuando no se las hago saber. Hermanos que se aseguran de decirme: “estamos con usted”, “la decisión que tome lo apoyamos”.

Aunque los principales mandamientos siguen siendo los más difíciles de guardar. La lucha contra el yo no ha terminado, continuará “hasta el día de Jesucristo”. Dios nos llama a amar, y vale la pena dedicar toda una vida al simple mandamiento: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Pero amar no solo es difícil por el mero hecho de que nos amamos a nosotros mismos más, sino porque hacerlo requiere un sacrificio. El que ama toma la iniciativa siempre de sacrificarse por el otro. A eso lo llamamos también liderazgo. Así pasamos al siguiente aprendizaje.

3) Liderazgo es tomar las decisiones difíciles

Al comenzar mi ministerio en la IBCC, pensé en el fondo que tenía lo necesario para liderear. Pensaba que era ese líder nato que en un año llevaría al ejido entero a encontrar la salvación en Cristo. En este mundo todos deseamos ser líderes. Sin embargo, no todos lo somos, ni entendemos lo que significa serlo. Sin duda, liderear es un gran privilegio que está reservado para unos pocos. Pero, ¿Por qué? ¿Es que solo una estirpe exclusivista puede lograrlo? No. En realidad, cualquiera puede llegar a ser un buen líder. Pero ser líder implica un gran sacrificio, uno que no todos están dispuestos a sufrir. No es solo un privilegio, sino también una responsabilidad. La responsabilidad de tomar las decisiones difíciles.

En realidad es así como la gente reconoce a un líder cuando lo ve. Los líderes son aquellos con la habilidad de ver las necesidades de los demás y sufren esa carga por ayudar a solucionarlos. Ese hombre que viendo los problemas no espera que otro se haga cargo. Aquel que entiende (en palabras de Santiago Benavides) “que vivir para sí mismo es perder la mejor parte” y que “el que no vive para servir no sirve para vivir”. Un líder así es rápidamente identificado por los que lo rodean. Cuando un arbol como este crece, pronto muchos arbustos crecerán bajo su sombra.

Para ello, el líder requiere tener carácter. El carácter se desarrolla en los tiempos difíciles (1 Corintios 5:3-4). De modo que un líder es alguien cuyo temple ha sido forjado en las ascuas de la adversidad. Alguien que ha sabido aprovechar sus tribulaciones para desarrollar entereza (Romanos 5:3-4). Alguien que no ha rehuido de tomar aquellas decisiones que, por su complejidad, otros no quisieron tomar. Alguien que resiste las llamas, cuando entra a rescatar a otro del incencdio. En palabras simples, un líder es el que tiene el carácter de Jesucristo (Hebreos 2:9-18).

Por supuesto, al terminar el año me di cuenta que estoy lejos de ser ese líder. Pero también me di cuenta que, por Su gracia, Dios comenzó a convertirme en uno. Talvez mi mayor lucha fue (y sigue siendo) poner las necesidades de los otros por encima de mí. Mi carne quiere el puesto y el reconocimiento, pero no el sacrificio y la responsabilidad. Gracias a Dios que mi espíritu quiere servir. Este 2024, ese ha sido uno de mis objetivos, animarme a tomar las decisiones difíles; y en Cristo, ayudar a resolver necesidades de los demás en oración.

Ahora bien, cuando ayudas a otros, necesitas que tus propias necesidades sean suplidas. Eso nos lleva al cuarto aprendizaje.

4) Dios suple

No recuerdo cuántas veces he sudado con temor ante la incertidumbre de no tener lo necesario para la obra. Sin embargo, la Biblia me ha ayudado poderosamente aquí. Filipenses 4:19 dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Aquí hay riqueza para el cristiano, y no hablo de evangelio de la prosperidad. La mayor riqueza es teológica.

Primero, si eres cristiano, puedes llamar a Dios “mi Dios”. Nota la confianza con la que habla Pablo. Es como si dijera: tranquilos, conozco a mi Dios; Él les va suplir; quiere y puede hacerlo. Ningun ser humano en el mundo a excepción de los cristianos, puede dirigirse a Dios de esa manera. Ese es un privilegio exlusivo para aquellos por quienes Cristo murió. No que Él no sea Dios de toda la creación; pero, esa cercanía está reservada a aquellos que se aproximan solo por medio de Jesús (Juan 1:12).

Lastima que muchas veces lo olvidamos… Me avergüenza decir que sufro de una enfermedad que podríamos denominar “amnesia espiritual” (Santiago Benavides la describe en su canción “Se me olvida”). ¡Y es que se me olvida lo bueno que Dios ha sido conmigo! ¡Oh, si tuviera memoria de todas sus misericordias! ¡Si en cada prueba pudiera recordar el carácter del Dios que me ha librado tantas veces! ¡No volvería a temerle a nada! ¡No volvería a quejarme! ¡No volvería a poner excusas para servir a otros!

Por cierto, te recomiendo algo que comencé a practicar hace no mucho. Escribe cada petición que tengas, siendo lo más específico posible, para que luego le pongas una aspita a la petición una vez que Dios la haya respondido. Deberías ver cuántas aspitas he juntado en tan poco tiempo. Se está convirtiendo en un hobby. Porque es solo cuando entiendes que “tu Dios” no te dejará (Hebreos 13:5) que comienzas a disfrutar el servir sin preocuparte por lo demás.

De hecho, esa es promesa. 2 Corintios 9:8 lo dice: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. ¿Cuál es la promesa? Que Dios te dará siempre lo suficiente para que sirvas a otros. Jamás te pedirá que hagas algo que no puedes hacer. Agustín de Hiponna lo escribió así: “Dame lo que pides, y pídeme lo que quieras”. Así es Dios. ¿Qué haces escatimando tu servicio porque “no tienes para hacerlo”? Si Dios quiere que lo hagas, da el primer paso, Él se encargará del resto.

Aquí el asunto es de fe. ¿Te avientas a obedecer aunque no estés seguro de cómo vas a tener lo necesario para lograrlo? ¿O necesitas ver todo cubierto o tener de sobra para poder dar el paso?

Este problema lo enfrentaba la iglesia de Corinto. Algunos tenían el deseo de dar, pero talvez tenían miedo, o pensaban (como algunos de nosotros): “cuando tenga tanto dinero, tiempo, etc., voy a dar/servir”. Pablo los anima con las siguientes palabras: “Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene” (2 Corintios 8:12). Es decir, toma acción y haz lo que puedes con lo que tienes.

En mi experiencia como misionero hasta la fecha, puedo decirte: no tienes de qué preocuparte. Sólo asegúrate de estar realmente haciendo Su voluntad. Por lo demás, mi Dios te suplirá todo lo que te falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

Un último aprendizaje resuena en mi mente que no puedo dejar de compartirte a manera de conclusión.

Dios permanece fiel

Después del primer año solo puedo decir eso: Dios ha sido fiel. Me gustaría poder decir lo mismo de mí hacia Él, pero no es así. Al contemplar mi propio pecado y carácter endeble, solo puedo explotar en agradecimiento por Sus tantas misericordias al guardarme y preservarme en el ministerio. ¡Oh, si no fuera por Su gracia salvadora! Gracia que santifica y transforma. Sólo por Él estoy aquí. ¡A Él y solo a Él sea la gloria! Gloria sea a Cristo, porque todas las promesas son Él, sí, y en Él, amén. Gracias a Dios, por Su don inefable.

Quiero que este escrito sea testimonio de ello. ¡Dios es fiel!