viernes, 23 de junio de 2023

Por qué predicar sólo expositivamente

 


El pecado gana fuerza en nuestra cultura, la cosmovisión irracional se impone como verdad; la violencia, el engaño y la blasfemia se normalizan. Al pensar en esto, recordamos que necesitamos más predicadores, más púlpitos, más sermones para que la Palabra de Dios fluya y haga su obra. Faltan hombres valientes que se levanten a proclamar la verdad de Cristo. Sin embargo, aunque esto es cierto, estamos ignorando que el mayor problema no es la ausencia de sermones de la Palabra, sino la ausencia de Palabra en los sermones.

Esta desesperación por más predicadores, ha llevado a la iglesia a bajar los estándares y aceptar cualquier clase de predicación como buena. Pero, ¿todos los tipos de predicación son buenos? ¿es un asunto de estilos y preferencias? La respuesta a estas preguntas podría determinar el estado de la iglesia del mañana.


Una Defensa del Método Expositivo

Yo sostengo que aunque hay diversos tipos de sermón, hay solo un tipo de predicación válido: la predicación expositiva. En los siguientes párrafos deseo mostrarte que no es un asunto de preferencias. Para ello, te presento cuatro argumentos lógicos que demuestran que siempre debemos predicar expositivamente.

1) Predicar es proclamar el mensaje del Rey

"Kerusso" es la palabra bíblica griega que designa el verbo "predicar". Se refiere al acto de proclamar como un heraldo el mensaje del rey. ¿Cuántos no recordamos esa imagen en películas medievales? Un heraldo se para en medio del gentío, abre un edicto real y lo lee con voz fuerte a oídos de todos. Los heraldos eran servidores que recorrían el reino proclamando lo que el rey les había mandado que dijeran. Esa es la imagen con que la Biblia representa al predicador. Es más, ese es el carácter que la Biblia da al predicador.

Para ser heraldo se requería, por supuesto, tener un mensaje de parte del Rey; y después, ser fiel al mensaje. No podemos imaginarlo cambiando palabras: omitiendo una aquí, agregando otra allá. Las consecuencias habrían sido terribles... para el reino, ¡y para su propia cabeza! Por ahora debemos entender algo: el predicador, como heraldo, debe ser fiel al mensaje que Dios le da. Ante todo, su principal labor es declarar todo el consejo de Dios (Hechos 20:27). No enseña a su antojo. Cualquiera que sea su audiencia debe poder decir con Pablo "de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias" (1 Corintios 4:17). Un solo mensaje, el mensaje del Rey.

Pero, ¿Cómo obtengo ese mensaje de parte de Dios? ¿Podría orar para recibir en sueños una revelación y así proclamarla a otros? La respuesta es un rotundo no; lo que nos lleva al segundo argumento.

2) El Rey habla solo a través de la Biblia

En la historia, Dios usó a hombres selectos para que escribieran Sus palabras. Esas palabras tienen un carácter sagrado, pues son Palabra de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios hablaba por medio de sus profetas. Cuando llegó el tiempo del Nuevo Testamento, Dios habló directamente a través de Su Hijo, Jesucristo (Hebreos 1:2), quien es la Palabra encarnada (Juan 1:1,14). Mientras estaba en la tierra, Él habló todo lo que el Padre quería que dijera. Sus palabras eran las palabras del Padre (Juan 5:24; 7:16). Cuando Jesús resucitó y ascendió al cielo, usó también hombres (apóstoles y profetas del Nuevo Testamento) para que transmitieran su mensaje y lo redactaran .

Desde el apóstol Pablo, ningún cristiano ha recibido enseñanza alguna del Señor fuera de lo que ellos escribieron.

Estos apóstoles y profetas establecieron el fundamento mismo de lo que creemos (Efesios 2:20). Dios los usó especialmente para sentar las bases de la fe y práctica cristianas (Efesios 3:5), pues fueron sus testigos oculares: los que estuvieron con Él y aprendieron directamente de Él. Es decir, que desde el apóstol Pablo, ningún cristiano ha recibido enseñanza alguna del Señor fuera de lo que ellos escribieron.

Todos estos hombres fueron inspirados por Dios para que escribieran la Biblia sin errores; no por voluntad de ellos, sino del Señor (2 Pedro 1:15-16,19-21). De hecho, el ministerio de profecía ha cesado (Romanos 13:8-10), el Texto Sagrado se completó cuando el apóstol Juan escribió el último libro: Apocalipsis. Poco después, por guía de Dios, la iglesia reconoció aquellos libros que eran inspirados, y se formó así el Canon Bíblico. De modo que la única manera de recibir un mensaje de Dios en la actualidad es por medio de Su Palabra escrita. No más revelaciones privadas, no más sueños ni visiones, solo Biblia. Si queremos proclamar como heraldos el mensaje del Rey, debemos apegarnos, sí o sí, a lo que la Escritura dice. 

Te preguntarás qué tiene que ver esto con la predicación expositiva. Estarás pensando que esto es algo que tú ya crees. Entonces, aunque no sepas predicar expositivamente, tienes una buena base y una buena intención y, por tanto, ya estás listo para predicar. Espera un poco y entenderás que a menos que seas expositivo, no puedes predicar en lo absoluto. Si predicar es proclamar el mensaje del Rey, y ese mensaje proviene solo de la Biblia el tercer argumento viene de forma natural.

3) Predicar es exponer la Biblia

Aquí hay una palabra clave: exponer. Cuando predicas de verdad, estás exponiendo. Y es que cuando no expones la idea del texto, impones la tuya; no hay otra opción. Las palabras griegas para esto son exégesis y eiségesis. Exégesis significa extraer del texto lo que realmente está ahí, te guía a exponer. Eiségesis, por su parte, significa poner en el texto algo que no está ahí.

El reconocido predicador Charles Simeon describía su convicción de la siguiente manera:

Mi esfuerzo consiste en sacar de la Escritura lo que está ahí, y no meter lo que pienso que podría estar ahí. Tengo un gran celo en esta cabeza; nunca hablar más o menos de lo que creo que es la mente del Espíritu en el pasaje que estoy exponiendo.

Eso demuestra una mente preocupada por ser fiel a la Palabra de Dios, como un heraldo. Hay que ser sinceros y reconocer que somos propensos a imponer nuestras propias ideas sobre el texto. Mentirías si dijeras que no. De hecho, serías más propenso al negar un defecto que todos compartimos.

De modo que, todos tus esfuerzos deben concentrarse en esto siempre: hacer a un lado tus propias ideas, y entender y exponer la idea del texto; eso es predicación expositiva. Haddon W. Robinson, en su libro "La Predicación Bíblica", lo describe así:


La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de, y transmitido por medio de, un estudio histórico, gramatical y literario de cierto pasaje en su contexto, que el Espíritu aplica, primero, a la personalidad y la experiencia del predicador; y luego, a través de este, a sus oyentes.


Es un concepto, una idea sola, lo que debes extraer y exponer; la misma idea que contiene el texto (hablaré más de esto en el siguiente artículo). Mark Dever lo simplifica aún más: 

"Predicación expositiva es la predicación en la cual el principal punto del texto bíblico que se considera llega a ser el principal punto del sermón que se predica, y se aplica a la vida actual".

En resumen, debes procurar con todas tus fuerzas, como escribe John MacArthur: "predicar de tal manera que el significado del pasaje bíblico se presente completa y exactamente como Dios quería"Por lo tanto, no puedes predicar bien si no lo haces expositivamente. O predicas expositivo, o impones tus ideas.
 
Ahora bien, existen, en general, tres formatos de sermón: expositivo, temático y narrativo. Los tres son válidos, dependiendo de la forma en que el texto desarrolla la idea. De lo que hablo cuando digo que toda predicación debe ser expositiva, no es del formato, sino de su carácter, naturaleza o esencia. De modo que, los sermones temáticos y narrativos también deben ser de carácter expositivo (para mayor comprensión lee el artículo sobre ese tema).

Te darás cuenta de que predicar así es cosa difícil. Pero vale la pena si al final quieres escuchar esa bella voz que te dice: "bien, buen siervo y fiel..." (Mateo 25:21). Así te comparto el cuarto y último argumento.

4) Exponer es ser fiel a la Biblia

Si la Biblia es inspirada e inerrante (y lo es), demanda que seamos fieles a ella. No podemos lograr eso, si no exponemos su mensaje. Es el mensaje del Rey, no el nuestro. Somos heraldos y nuestra tarea es exponer.

Pablo entendía muy bien este punto. Por eso dice: "Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20:24, énfasis añadido). Su meta suprema, más allá de su supervivencia, era ser fiel a proclamar el mensaje. Esa es la meta del predicador. Quiera Dios que podamos decir con el apóstol: "Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios" (Hechos 20:26b-27). Quiera Dios que al final seamos hallados fieles.

Conclusión

Los problemas actuales no se resolverán con más predicadores en los púlpitos, sino con más Biblia en los sermones. La buena predicación siempre debe ser expositiva, porque predicar es proclamar el mensaje del Rey y, dado que el Rey habla solo a través de la Biblia, y que predicar es exponer la Biblia, solo exponiéndola así, puedes aspirar a ser fiel.

jueves, 8 de junio de 2023

Por qué Predicar Bien Sí Importa

Predicar bien sí importa


Entre los años 1921 y 1923, Dios llamó a un joven médico a dejar su profesión para dedicarse a predicar la Palabra de Dios, su nombre era Martyn Lloyd-Jones. Poco después de esto, los miembros de una pequeña iglesia en la zona rural de Gales lo invitaron a convertirse en su pastor. Su situación era difícil: carecían de líder, muchos miembros habían abandonado la congregación, y los que quedaban apenas mostraban interés por las cosas espirituales. Lloyd-Jones aceptó el reto, y ni bien comenzó a trabajar cuando notó los problemas que causaban el deterioro de la iglesia. Primero, el programa del servicio dominical estaba abarrotado de obras teatrales, música y cosas semejantes que solo entretenían a la iglesia; la situación era tal que fabricaron un púlpito móvil que hacían a un lado casi todo el servicio, pues la mayor parte se consumía en actividades ajenas a la predicación fiel de las Escrituras. Fue así que el jóven predicador comenzó por atornillar al piso, en el centro del altar, aquel púlpito de madera, eliminó del programa lo que fuese inútil, y dio centralidad a la exposición fiel de la Biblia. Al poco tiempo, la iglesia mostró uno de los mayores crecimientos y actividad evangelística en toda la región. Así mismo, él llegó a conocerse como uno de los mejores predicadores de su época y de la actualidad.

Regresando el púlpito al centro de la vida de la Iglesia

Si estás comenzando a predicar, o estás liderando una congregación, esto te enseña algo valioso: la buena predicación debe ocupar el lugar central en la vida de tu iglesia. Por ello te comparto el siguiente argumento dividido en tres pasos sobre por qué predicar bien sí importa.

1) La Gran Comisión se trata acerca de predicar

Cuando Jesús ascendió al cielo, se aseguró de ser claro con sus discípulos con respecto a qué deberían hacer mientras él regresaba. ¿Cuál fue la misión? "Id y haced discípulos a todas las naciones..." (Mt. 28:19a); y ¿Cómo habían de hacerlo? "Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mt. 28:19b-20). De modo que la tarea es simple (aunque no fácil), haz discípulos, bautízalos y enséñales a guardar todo lo que Jesús te enseñó a ti. Además del bautismo, todo lo demás que tenemos qué hacer tiene que ver con transmitir el mensaje de la Palabra. Ese debe ser el enfoque de toda la iglesia.

Además, si mi tarea es hacer discípulos, ¿cómo se supone que debo hacerlo? Predicando las palabras de Jesús. Cualquier persona que cree en las palabras de Jesús tiene vida eterna y es salvada de todos sus pecados (Jn 5:24). También en Juan 8:31, Jesús le dice a judíos que aparentemente habían creído en Él: "si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos". La misma idea aparece en Juan 15:7-8. De modo que un discípulo es aquel que cree y permanece en la palabra de Jesús. Por la cual, hay que predicarla.

La naturaleza misma de hacer un discípulo es predicar la Palabra de Dios

 

Pero, ¿no pueden solo leer la Biblia y ser salvos? Si pueden. Pero en Su infinita sabiduría y bondad, Dios quiso usarnos a nosotros como proclamadores de Su Palabra. La Biblia afirma que para que una persona crea, debe haber alguien que le predique (Ro 10:13-14, 17). Así que la naturaleza misma de hacer un discípulo es predicar la Palabra de Dios.

Entonces, ¿todo se trata solo de predicar?, ¿no importa que no sepa muy bien cómo hacerlo? En realidad, sí importa, y mucho. Esto nos lleva al siguiente argumento.

2) No basta con predicar, hay que predicar bien

Para que una persona se salve, debe ser capaz de entender bien la Palabra. Es así como lo enseña 1 Timoteo 3:15-17, que afirma que las Escrituras te dan la "sabiduría que lleva a la salvación" (LBLA).  La naturaleza misma de la Biblia nos muestra que sus bendiciones se hacen accesibles a través de la comunicación. La Biblia es la Palabra de Dios, y como tal, debe ser comunicada. Como en los mensajes militares por radio, si el mensaje no se recibe bien, la misión falla y las consecuencias son catastróficas.

Ahora bien, entendemos que, como en todos los medios, existe buena y mala comunicación. 2 Timoteo 2:15 muestra implícitamente que la Palabra puede usarse bien y mal, por eso manda usarla bien. Existe la buena predicación y la mala predicación. Tu tarea es "procurar con diligencia" encontrarte en el grupo de aquellos que predican bien la Palabra. Es cierto que el Espíritu Santo debe obrar directamente en el entendimiento de modo que la persona logre entender y creer el mensaje, y que la persona es responsable de escuchar con atención. Sin embargo, esto no quita la necesidad del instrumento humano usado por Dios de prepararse para la tarea de comunicar bien el mensaje que Dios le da. Esta idea choca con la cosmovisión relativista de la época, donde no hay pensamientos erróneos, solo "perspectivas diferentes". Bajo ese paradigma, no existe la mala predicación, solo diferentes "estilos". Pero el siervo de Dios, cuya regla de fe y práctica es la Biblia, entiende su tarea como un constante perfeccionamiento por comunicar eficazmente el mensaje que recibió. Y no se da por satisfecho con nada menos que eso.

Así que si vas a predicar, predica bien.

 

En términos de Nehemías, "lee el libro de la ley de Dios claramente, y pon el sentido, de modo que las personas entiendan la lectura" (Nh 8:8, énfasis añadido). Es una tarea ardua. No es solo pararse a decir unas cuantas palabras interesantes sobre la Biblia. Debes esforzarte en que la audiencia entienda el significado real de palabras que fueron escritas hace miles de años, a personas distintas, con contextos distintos, en lenguajes distintos. Y después de eso ayudarlos a entender el propósito que esas palabras tienen para sus propias vidas. Pero el resultado vale la pena: personas se salvarán. Así que si vas a predicar, predica bien.

En estos momentos estarás pensando: "es muy fácil decirlo...". Pues tienes razón, no es una tarea nada fácil de llevar a cabo. Yo no te daré un método de "Cinco pasos para predicar bien de forma natural"; hasta ahora no conozco ninguno. Esa dificultad demuestra la idea de que predicar bien sí importa, y nos lleva al último argumento.

3) Predicar bien la Palabra requiere darle la mayor importancia

Esta es una labor que demanda tiempo, esfuerzo y dedicación. Muchos jóvenes que comienzan a predicar piensan que por tener habilidades de comunicación, carisma y facilidad de palabra, la predicación será cosa fácil. Pero nunca resulta ser así. No hay atajos, por lo menos para los que lo toman como algo serio. Lamentablemente, los púlpitos de hoy están abarrotados por predicaciones huecas, vanas y humanistas; y por predicadores que, en palabras del hermano Paul Washer, "deberían pasar menos tiempo en el púlpito y más tiempo en su estudio". No hay poder, no se confronta el pecado, no se predica a Cristo. Cuando un pastor tiene llena su agenda de actividades, suele quitar tiempo de su estudio y comunión con Dios para dedicarlo a organizar eventos sociales; los eventos no son malos, pero la prioridad es la predicación. Los apóstoles tuvieron el mismo problema. Ellos tomaron la decisión correcta. Según Hechos 6:3-4, cuando se vieron abarrotados de actividades, buscaron hombres que se dedicaran a atender los asuntos logísticos de la iglesia, como atender mesas y servir a los hermanos, lo que conocemos como un diácono (Hch 6:2-3). Pero pusieron en alto su labor más importante: "Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra" (Hch 6:4). Por su parte, Pablo aconsejaba al joven predicador Timoteo: "Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza" (1 Ti 4:13); y si no fuera cosa difícil no le habría dicho: "Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren".

Con riesgo de sonar elitista, afirmo en base a las Escrituras, que predicar no es para cualquiera. Requiere un compromiso, sacrificio y deseo deliberado de aquel que se entrega a comunicar el mensaje de Dios. El peligro es grande. Todo aspirante a usar el púlpito debería temblar al recibir el llamado. Por ello, Santiago escribe: "Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación" (St 3:1).

A la vez, es uno de la mayores honores. Pablo expresa la importancia de la labor cuando escribe a Timoteo: "Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina"(2 Ti 4:1, énfasis añadido). Otras versiones dictan: "te encargo solemnemente...". La solemnidad del encargo habla de la importancia de la tarea. Si Dios te llamó, responde al llamado.. Pero pon tu mayor esfuerzo por hacerlo bien.

Conclusión

Nuestro enfoque como iglesia debe estar firme en hacer discípulos de todas la naciones, nuestra tarea suprema. Y dado que la Gran Comisión trata acerca de predicar, es necesario hacerlo, y hacerlo bien; por ello necesitamos darle la mayor importancia. Traigamos de vuelta los púlpitos al centro de la vida de nuestras iglesias.